davidguerrero28Actualizado
Juan Alberto “El Mago” Schiaffino”
En el fútbol se han escrito páginas maravillosas. La década de los años 50, fue una que estuvo plagada de ellas. Jugadores con una técnica avanzada para la época, y el delantero uruguayo no fue la excepción a la regla. Fue el cerebro de su selección, en los mundiales de 1950 y 1954. Era conocido como “pepe” por su vivacidad, o “mago” por las pinceladas que derrochaba cuando ingresaba al campo de juego. Con una contextura delgada, casi quebradiza, Schiaffino se movía por la cancha como arrastrando una insondable nostalgia. O por lo menos así lo describían los periodistas de aquella época. El artista uruguayo fue el director de “la escuadrilla de la muerte” que conformaban Ghiggia, Hohberg, Miguez, Schiaffino y Vidal, en aquel Peñarol (considerado el mejor de toda la historia) de 1949. Dicho equipo se coronó campeón invicto y con honores. En el fútbol internacional aún era un “desconocido”, pero estaba listo para hacer su entrada triunfal y definitiva. En 1950 es noticia. Gana la Copa del Mundo con Uruguay. Era el que manejaba los hilos, el conductor, el maestro… era el que decidía, donde, cómo y a qué velocidad iba la bola. Algunos decían que tenía un radar en vez de cerebro, porque sabía exactamente donde estaba cada jugador. Tomaba las decisiones en el momento apropiado. Era envidiable su elegancia para manejar la pelota. En la final, fue el que abrió el camino del triunfo para su equipo, marcó el 1-1 parcial ante Brasil, que terminaría en el recordado “Maracanazo”, después del gol de su compañero en Peñarol, Alcides Gigghia. Por sus maravillosas actuaciones, Schiaffino fue reconocido como el mejor jugador de aquel mundial, aún por encima de jugadores como: Ademir y Stanley Matthews. El mundial de Suiza 1954 fue su carta de presentación ante el fútbol europeo. Uruguay llegaría hasta las semifinales donde Schiaffino tuvo una actuación deslumbrante, ante la mejor selección de la época; Hungría. Participó en los 2 goles que llevaron el partido a la prórroga. Después de finalizada, habiendo perdido 4-2, a Schiaffino se le vio exhausto, sollozando encima de la cama de masajes. Era la primera derrota de Uruguay en un mundial. A pesar de no haber podido revalidar su título como campeón del mundo, quienes lo vieron desplegar su fútbol por aquella cita orbital, no tenían problema en afirmar que el juego de Schiaffino era tan sublime, que superaba, por amplio margen, el que mostraba uno de los considerados mejores jugadores de la época, Ferenc Puskas. Era tal el reconocimiento del delantero charrúa, que Milán decidió pagar 51 millones de liras (fichaje récord para la época) por sus servicios. Schiaffino se despidió de Peñarol ante el júbilo, los aplausos y el reconocimiento del público que lo veía salir por el túnel, con la mano derecha en alto, luego de haber ganado un partido por 6-1 ante River Plate de Argentina. En Milán marcó una época imborrable. Ganó 3 ligas, una copa Latina y obtuvo un subcampeonato en la Copa de Europa, cayendo en la final ante el Real Madrid de Di Stefano (con quien tenía la disputa de quien era el mejor jugador del mundo), en la que anotó un gol. Su nivel y liderazgo en el equipo italiano fue tal, que es considerado como el mejor extranjero de toda la historia del Milán, y uno de los mejores en toda la historia de la Serie A. Finalizó su carrera en otro equipo italiano; A.S Roma. Aunque ya las piernas no le respondían igual, era tal su conocimiento sobre el fútbol y su ubicación en el terreno de juego, que pudo terminar jugando como defensa libero, y algunos lo determinaban como impasable. Con Roma cosechó una Copa de las Ferias, que pasaría a llamarse Copa de la UEFA. Finalizó su carrera y volvió a Uruguay a vivir el resto de su vida. En la celeste ha habido leyendas como Enzo Francescoli, Álvaro Recoba y el mismo Diego Forlán, pero, hasta los más estudiosos periodistas del fútbol charrúa, admiten que nadie ha llegado a ser lo que fue Juan Alberto Schiaffino. Su legado es tan extenso y maravilloso, que algunos se atreven a colocarlo entre los 10 mejores jugadores de toda la historia del fútbol.
davidguerrero28Actualizado
Juan Alberto “El Mago” Schiaffino”
En el fútbol se han escrito páginas maravillosas. La década de los años 50, fue una que estuvo plagada de ellas. Jugadores con una técnica avanzada para la época, y el delantero uruguayo no fue la excepción a la regla. Fue el cerebro de su selección, en los mundiales de 1950 y 1954. Era conocido como “pepe” por su vivacidad, o “mago” por las pinceladas que derrochaba cuando ingresaba al campo de juego. Con una contextura delgada, casi quebradiza, Schiaffino se movía por la cancha como arrastrando una insondable nostalgia. O por lo menos así lo describían los periodistas de aquella época. El artista uruguayo fue el director de “la escuadrilla de la muerte” que conformaban Ghiggia, Hohberg, Miguez, Schiaffino y Vidal, en aquel Peñarol (considerado el mejor de toda la historia) de 1949. Dicho equipo se coronó campeón invicto y con honores. En el fútbol internacional aún era un “desconocido”, pero estaba listo para hacer su entrada triunfal y definitiva. En 1950 es noticia. Gana la Copa del Mundo con Uruguay. Era el que manejaba los hilos, el conductor, el maestro… era el que decidía, donde, cómo y a qué velocidad iba la bola. Algunos decían que tenía un radar en vez de cerebro, porque sabía exactamente donde estaba cada jugador. Tomaba las decisiones en el momento apropiado. Era envidiable su elegancia para manejar la pelota. En la final, fue el que abrió el camino del triunfo para su equipo, marcó el 1-1 parcial ante Brasil, que terminaría en el recordado “Maracanazo”, después del gol de su compañero en Peñarol, Alcides Gigghia. Por sus maravillosas actuaciones, Schiaffino fue reconocido como el mejor jugador de aquel mundial, aún por encima de jugadores como: Ademir y Stanley Matthews. El mundial de Suiza 1954 fue su carta de presentación ante el fútbol europeo. Uruguay llegaría hasta las semifinales donde Schiaffino tuvo una actuación deslumbrante, ante la mejor selección de la época; Hungría. Participó en los 2 goles que llevaron el partido a la prórroga. Después de finalizada, habiendo perdido 4-2, a Schiaffino se le vio exhausto, sollozando encima de la cama de masajes. Era la primera derrota de Uruguay en un mundial. A pesar de no haber podido revalidar su título como campeón del mundo, quienes lo vieron desplegar su fútbol por aquella cita orbital, no tenían problema en afirmar que el juego de Schiaffino era tan sublime, que superaba, por amplio margen, el que mostraba uno de los considerados mejores jugadores de la época, Ferenc Puskas. Era tal el reconocimiento del delantero charrúa, que Milán decidió pagar 51 millones de liras (fichaje récord para la época) por sus servicios. Schiaffino se despidió de Peñarol ante el júbilo, los aplausos y el reconocimiento del público que lo veía salir por el túnel, con la mano derecha en alto, luego de haber ganado un partido por 6-1 ante River Plate de Argentina. En Milán marcó una época imborrable. Ganó 3 ligas, una copa Latina y obtuvo un subcampeonato en la Copa de Europa, cayendo en la final ante el Real Madrid de Di Stefano (con quien tenía la disputa de quien era el mejor jugador del mundo), en la que anotó un gol. Su nivel y liderazgo en el equipo italiano fue tal, que es considerado como el mejor extranjero de toda la historia del Milán, y uno de los mejores en toda la historia de la Serie A. Finalizó su carrera en otro equipo italiano; A.S Roma. Aunque ya las piernas no le respondían igual, era tal su conocimiento sobre el fútbol y su ubicación en el terreno de juego, que pudo terminar jugando como defensa libero, y algunos lo determinaban como impasable. Con Roma cosechó una Copa de las Ferias, que pasaría a llamarse Copa de la UEFA. Finalizó su carrera y volvió a Uruguay a vivir el resto de su vida. En la celeste ha habido leyendas como Enzo Francescoli, Álvaro Recoba y el mismo Diego Forlán, pero, hasta los más estudiosos periodistas del fútbol charrúa, admiten que nadie ha llegado a ser lo que fue Juan Alberto Schiaffino. Su legado es tan extenso y maravilloso, que algunos se atreven a colocarlo entre los 10 mejores jugadores de toda la historia del fútbol.
davidguerrero28Actualizado
Juan Alberto “El Mago” Schiaffino”
En el fútbol se han escrito páginas maravillosas. La década de los años 50, fue una que estuvo plagada de ellas. Jugadores con una técnica avanzada para la época, y el delantero uruguayo no fue la excepción a la regla. Fue el cerebro de su selección, en los mundiales de 1950 y 1954. Era conocido como “pepe” por su vivacidad, o “mago” por las pinceladas que derrochaba cuando ingresaba al campo de juego. Con una contextura delgada, casi quebradiza, Schiaffino se movía por la cancha como arrastrando una insondable nostalgia. O por lo menos así lo describían los periodistas de aquella época. El artista uruguayo fue el director de “la escuadrilla de la muerte” que conformaban Ghiggia, Hohberg, Miguez, Schiaffino y Vidal, en aquel Peñarol (considerado el mejor de toda la historia) de 1949. Dicho equipo se coronó campeón invicto y con honores. En el fútbol internacional aún era un “desconocido”, pero estaba listo para hacer su entrada triunfal y definitiva. En 1950 es noticia. Gana la Copa del Mundo con Uruguay. Era el que manejaba los hilos, el conductor, el maestro… era el que decidía, donde, cómo y a qué velocidad iba la bola. Algunos decían que tenía un radar en vez de cerebro, porque sabía exactamente donde estaba cada jugador. Tomaba las decisiones en el momento apropiado. Era envidiable su elegancia para manejar la pelota. En la final, fue el que abrió el camino del triunfo para su equipo, marcó el 1-1 parcial ante Brasil, que terminaría en el recordado “Maracanazo”, después del gol de su compañero en Peñarol, Alcides Gigghia. Por sus maravillosas actuaciones, Schiaffino fue reconocido como el mejor jugador de aquel mundial, aún por encima de jugadores como: Ademir y Stanley Matthews. El mundial de Suiza 1954 fue su carta de presentación ante el fútbol europeo. Uruguay llegaría hasta las semifinales donde Schiaffino tuvo una actuación deslumbrante, ante la mejor selección de la época; Hungría. Participó en los 2 goles que llevaron el partido a la prórroga. Después de finalizada, habiendo perdido 4-2, a Schiaffino se le vio exhausto, sollozando encima de la cama de masajes. Era la primera derrota de Uruguay en un mundial. A pesar de no haber podido revalidar su título como campeón del mundo, quienes lo vieron desplegar su fútbol por aquella cita orbital, no tenían problema en afirmar que el juego de Schiaffino era tan sublime, que superaba, por amplio margen, el que mostraba uno de los considerados mejores jugadores de la época, Ferenc Puskas. Era tal el reconocimiento del delantero charrúa, que Milán decidió pagar 51 millones de liras (fichaje récord para la época) por sus servicios. Schiaffino se despidió de Peñarol ante el júbilo, los aplausos y el reconocimiento del público que lo veía salir por el túnel, con la mano derecha en alto, luego de haber ganado un partido por 6-1 ante River Plate de Argentina. En Milán marcó una época imborrable. Ganó 3 ligas, una copa Latina y obtuvo un subcampeonato en la Copa de Europa, cayendo en la final ante el Real Madrid de Di Stefano (con quien tenía la disputa de quien era el mejor jugador del mundo), en la que anotó un gol. Su nivel y liderazgo en el equipo italiano fue tal, que es considerado como el mejor extranjero de toda la historia del Milán, y uno de los mejores en toda la historia de la Serie A. Finalizó su carrera en otro equipo italiano; A.S Roma. Aunque ya las piernas no le respondían igual, era tal su conocimiento sobre el fútbol y su ubicación en el terreno de juego, que pudo terminar jugando como defensa libero, y algunos lo determinaban como impasable. Con Roma cosechó una Copa de las Ferias, que pasaría a llamarse Copa de la UEFA. Finalizó su carrera y volvió a Uruguay a vivir el resto de su vida. En la celeste ha habido leyendas como Enzo Francescoli, Álvaro Recoba y el mismo Diego Forlán, pero, hasta los más estudiosos periodistas del fútbol charrúa, admiten que nadie ha llegado a ser lo que fue Juan Alberto Schiaffino. Su legado es tan extenso y maravilloso, que algunos se atreven a colocarlo entre los 10 mejores jugadores de toda la historia del fútbol.
El ritual futbolero
Una vez estaba viendo un programa llamado “Hay Equipo”. Este se transmitía por el canal de deportes TyC Sports, donde los periodistas del canal formaban un equipo de fútbol 5 y jugaban con los invitados. Ex jugadores de fútbol campeones con algún club, programas de radio, televisión, escritores, bandas de rock y hasta una compañía de teatro. Estos jugaban un partido, relatado por la voz particularmente rasposa de Gabriel Pereira y luego se sentaban a disfrutar de un buen asado. “¿Eso es todo el programa?”, cuestionó mi esposa mi programa favorito. Para el hombre futbolero es lo más lindo que hay. “Es un planazo”, recuerdo que haberle contestado. Mi mujer lo resumió en esa frase vacía, pero es más que eso.Es todo un proceso el que se necesita para organizar. Uno comunica la idea al grupo, buscan un día en que puedan todos. Generalmente es un día fijo a la semana. Si hay bajas, se intenta buscar reemplazos de manera rápida. Uno alquila la cancha y otro compra la carne y las bebidas. Ya en la “canchita” van cayendo de a poco. Los que se visten con el equipo completo (camiseta, pantalón, medias y botines) no suelen tener mucha idea del juego, erran los pases y hasta le rebota el balón porque no saben controlarla. Caso contrario es aquel que no le presta atención a la indumentaria. Con una remera gastada, un pantaloncito y unas zapatillas rotas le alcanzan para desplegar su magia. Si son muchos, se arman más de dos. Los que no juegan, suelen aprovechar para provocar alguno con sus chistes. Por lo general está vinculado a su pareja, ya sea por una supuesta infidelidad o que el compañero en cuestión es un sometido por ella (pollerudo). También comentan las acciones del partido: una patada fuerte, un caño, un pifie o algún gol. Si el más joven no corre lo suficiente lo acusan que su novia “lo está dejando sin piernas”. Si esa chica se atreve a aparecer en el lugar y el chico va corriendo hacia ella, siempre hay uno que grita: “Uh, cómo te tienen. Te tienen cagando”. El resultado es anecdótico, salvo para el competitivo que no le gusta perder a nada; lo más lindo viene después. Es como el tercer tiempo del Rugby. Se sientan todos en la mesa, y mientras comen, repasan las acciones del encuentro y hacen chistes. Es por eso que el fútbol nos gusta tanto. Esa hermandad, esa unión que genera. Son momentos inolvidables que quedan para siempre y que en el futuro vuelven en forma de recuerdo, para hacernos felices otra vez.
El ritual futbolero
Una vez estaba viendo un programa llamado “Hay Equipo”. Este se transmitía por el canal de deportes TyC Sports, donde los periodistas del canal formaban un equipo de fútbol 5 y jugaban con los invitados. Ex jugadores de fútbol campeones con algún club, programas de radio, televisión, escritores, bandas de rock y hasta una compañía de teatro. Estos jugaban un partido, relatado por la voz particularmente rasposa de Gabriel Pereira y luego se sentaban a disfrutar de un buen asado. “¿Eso es todo el programa?”, cuestionó mi esposa mi programa favorito. Para el hombre futbolero es lo más lindo que hay. “Es un planazo”, recuerdo que haberle contestado. Mi mujer lo resumió en esa frase vacía, pero es más que eso.Es todo un proceso el que se necesita para organizar. Uno comunica la idea al grupo, buscan un día en que puedan todos. Generalmente es un día fijo a la semana. Si hay bajas, se intenta buscar reemplazos de manera rápida. Uno alquila la cancha y otro compra la carne y las bebidas. Ya en la “canchita” van cayendo de a poco. Los que se visten con el equipo completo (camiseta, pantalón, medias y botines) no suelen tener mucha idea del juego, erran los pases y hasta le rebota el balón porque no saben controlarla. Caso contrario es aquel que no le presta atención a la indumentaria. Con una remera gastada, un pantaloncito y unas zapatillas rotas le alcanzan para desplegar su magia. Si son muchos, se arman más de dos. Los que no juegan, suelen aprovechar para provocar alguno con sus chistes. Por lo general está vinculado a su pareja, ya sea por una supuesta infidelidad o que el compañero en cuestión es un sometido por ella (pollerudo). También comentan las acciones del partido: una patada fuerte, un caño, un pifie o algún gol. Si el más joven no corre lo suficiente lo acusan que su novia “lo está dejando sin piernas”. Si esa chica se atreve a aparecer en el lugar y el chico va corriendo hacia ella, siempre hay uno que grita: “Uh, cómo te tienen. Te tienen cagando”. El resultado es anecdótico, salvo para el competitivo que no le gusta perder a nada; lo más lindo viene después. Es como el tercer tiempo del Rugby. Se sientan todos en la mesa, y mientras comen, repasan las acciones del encuentro y hacen chistes. Es por eso que el fútbol nos gusta tanto. Esa hermandad, esa unión que genera. Son momentos inolvidables que quedan para siempre y que en el futuro vuelven en forma de recuerdo, para hacernos felices otra vez.
El ritual futbolero
Una vez estaba viendo un programa llamado “Hay Equipo”. Este se transmitía por el canal de deportes TyC Sports, donde los periodistas del canal formaban un equipo de fútbol 5 y jugaban con los invitados. Ex jugadores de fútbol campeones con algún club, programas de radio, televisión, escritores, bandas de rock y hasta una compañía de teatro. Estos jugaban un partido, relatado por la voz particularmente rasposa de Gabriel Pereira y luego se sentaban a disfrutar de un buen asado. “¿Eso es todo el programa?”, cuestionó mi esposa mi programa favorito. Para el hombre futbolero es lo más lindo que hay. “Es un planazo”, recuerdo que haberle contestado. Mi mujer lo resumió en esa frase vacía, pero es más que eso.Es todo un proceso el que se necesita para organizar. Uno comunica la idea al grupo, buscan un día en que puedan todos. Generalmente es un día fijo a la semana. Si hay bajas, se intenta buscar reemplazos de manera rápida. Uno alquila la cancha y otro compra la carne y las bebidas. Ya en la “canchita” van cayendo de a poco. Los que se visten con el equipo completo (camiseta, pantalón, medias y botines) no suelen tener mucha idea del juego, erran los pases y hasta le rebota el balón porque no saben controlarla. Caso contrario es aquel que no le presta atención a la indumentaria. Con una remera gastada, un pantaloncito y unas zapatillas rotas le alcanzan para desplegar su magia. Si son muchos, se arman más de dos. Los que no juegan, suelen aprovechar para provocar alguno con sus chistes. Por lo general está vinculado a su pareja, ya sea por una supuesta infidelidad o que el compañero en cuestión es un sometido por ella (pollerudo). También comentan las acciones del partido: una patada fuerte, un caño, un pifie o algún gol. Si el más joven no corre lo suficiente lo acusan que su novia “lo está dejando sin piernas”. Si esa chica se atreve a aparecer en el lugar y el chico va corriendo hacia ella, siempre hay uno que grita: “Uh, cómo te tienen. Te tienen cagando”. El resultado es anecdótico, salvo para el competitivo que no le gusta perder a nada; lo más lindo viene después. Es como el tercer tiempo del Rugby. Se sientan todos en la mesa, y mientras comen, repasan las acciones del encuentro y hacen chistes. Es por eso que el fútbol nos gusta tanto. Esa hermandad, esa unión que genera. Son momentos inolvidables que quedan para siempre y que en el futuro vuelven en forma de recuerdo, para hacernos felices otra vez.