Un niño con nombre de filósofo griego asiste inmóvil a la escena en la que su padre está destruyendo el más preciado de sus tesoros: sus libros. Conocer los secretos detrás de esos libros y entender el pensamiento de los hombres se convirtió en el motor de un joven que encontró en el fútbol el escenario perfecto para mezclar deporte e ideas; alegría y compromiso social. Esta es la historia de Sócrates, el futbolista que marcó a un país dentro y fuera de la cancha.


Sócrates, el demócrata del fútbol (Parte I)

Sócrates, el demócrata del fútbol (Parte II)


1982: Sócrates y los últimos exponentes del Jogo Bonito.

El fútbol es una manifestación artística y Sócrates siempre lo entendió así. Él se veía a sí mismo como una persona diferente, creativa. Así como un pintor que usa su inspiración para pintar una obra de arte, Sócrates usaba su inspiración para crear una jugada. Él entendía que el fútbol era una parte de la cultura brasileña. “El fútbol es para Brasil, lo que los grandes artistas fueron para el mundo. Hay que cuidarlo y jugarlo bonito”, decía. La verdad es que Sócrates no toleraba ni un segundo de mal fútbol.

Llegaba el Mundial España 1982 y Brasil se presentaba como la máxima favorita. En esa Selección brasileña había mucho talento que hoy no se encuentra. Zico, Sócrates, Falcao, Junior, Leandro, Toninho Cerezo; todos jugadores capaces de pensar y hablar muy bien, jugadores con ideas claras. Haciendo una analogía entre un equipo de fútbol y una banda de rock: esa Brasil de 1982 eran lo Beatles del fútbol. Lo que hacía especial a ese equipo era la gran cantidad de talento innato que tenía.

Si tuviéramos que usar una sola palabra para describir a ese Brasil, sería “magia”. Fue la unión perfecta entre un entrenador genio (Tele Santana) como con unos jugadores simplemente geniales. Mostraron al mundo un fútbol bonito, de arte, de coreografía, de conjunto, de generosidad, de espectáculo, ofensivo; un fútbol que a todos le gustaba ver, donde jugaban siempre para marcar goles y más goles. Brasil, con Sócrates como capitán, no tenía rival que pudiera hacerle frente a su Jogo Bonito. Después de arrasar en la primera fase de ese Mundial y jugando como jugaban, para todos Brasil ya era campeón del mundo.

Lamentablemente, llegó el enfrentamiento ante Italia en Estadio Sarrià de Barcelona, por la segunda fase del Mundial. Italia, que venía de cosechar tres empates consecutivos mostrando un estilo de juego muy defensivo y poco vistoso, debía enfrentarse a Brasil que era el virtual campeón del mundo, pero para Italia no hay nada imposible.

Italia se fue arriba con un gol de Paolo Rossi, pero Sócrates rápidamente empató el marcador. Un empate favorecía a Brasil y le daba el pase a las semifinales, pero ellos siguieron jugando al ataque como si estuviesen perdiendo el partido. La verdad es que ese equipo no sabía jugar de otra manera más que ofensivamente. Fue así como Brasil siempre iba al ataque, mientras Italia esperaba en el fondo, sólida defensivamente como siempre, pero siendo mortal al contraataque; hasta que el partido finalizó 3-2 a favor de los italianos que lograron el boleto a la semifinal del Mundial.

Ese día, conocido como "Tragedia de Sarrià", marcó un antes y un después en la historia del fútbol; fue la muerte del fútbol arte, de ese Jogo Bonito que había deslumbrado a propios y extraños. La manera de jugar al fútbol en el mundo cambió, porque se implantó una nueva filosofía: “¿Para qué jugar bonito y perder? Es mejor jugar feo y ganar”; fue la victoria del resultadismo sobre el Jogo Bonito, que nació con la derrota de ese Brasil de 1982.

Algo en Brasil también cambió ese día, se optó por el pragmatismo, por el fútbol resultadista. Claro, luego Brasil ganó dos Mundiales de esa forma; pero la verdad es que nadie sueña con la Brasil del ’94 o de 2002. Ganar jugando de cualquier forma no importa, no deja nada y nadie lo recordará. La verdad es que la gente recuerda más a la Brasil del ’82, que perdió jugando un fútbol sublime; que a la del ’94 que se coronó campeona del mundo, pero que no significó nada para el país y no aportó nada a su fútbol.

La tristeza europea de Sócrates.

Pasó el Mundial de 1982 y varios equipos se interesaron en Sócrates, no había forma de que se quedara en Brasil. Él sabía que salir de Brasil y ganar grandes cantidades de dinero no le iba a traer la felicidad. Finalmente fue la Fiorentina quien terminó pagando 3 millones de euros para llevar a Sócrates a Italia en 1984.

Fue una mala experiencia para él. Florencia era una ciudad muy conservadora, elitizada, donde las personas miran por encima del hombro. Entre Florencia y Sócrates se generó un gran conflicto, era algo incompatible. Sus convicciones de libertad, de cambiar el sistema chocaron con un universo político y social conservador. Pasó de la Democracia Corinthiana, donde estaba implicado, donde tenía liderazgo y donde conquistó una serie de cosas en conjunto; a jugar en la Fiorentina donde el equipo estaba fraccionado en grupos.

Para Sócrates fue muy fuerte porque había un conflicto de mentalidad. Él quería jugar al fútbol como él quería, no como los demás querían que jugase. No se adaptaba porque simplemente el jugador italiano estaba acostumbrado a unos ritmo y privaciones que él no entendía. Para ellos el fútbol era un trabajo, no una diversión.

Cuando comenzó a sentirse incómodo y preso dentro de un esquema rígido jugando en Italia, algo dentro de él se quebró. El recuerdo de Sócrates en Florencia es el de una persona triste, que quería volver a su casa. En Italia fue un profundo solitario y le dolía porque estaba lejos de su barrio, lejos de su familia, lejos de sus amigos, lejos del calor del hincha brasileño, lejos del país que tanto adoro. La verdad es que era incapaz de vivir fuera de Brasil.

Sócrates sólo jugo una temporada en Italia e inmediatamente volvió a Brasil, pero ahora a Rio de Janeiro con la camiseta del Flamengo. Pero tuvo que afrontar una operación de columna y ese grandioso futbolista, ese artista del balón jamás volvió a ser el mismo. Había llegado el momento de colgar las botas para Sócrates y pensar en la difícil vida después del fútbol.

El ocaso del “Doctor”.

Tras el retiro decidió ejercer de nuevo la medicina. “El doctor” incluso abrió una clínica deportiva privada, pero la medicina no le generaba tanta pasión como lo hacía el fútbol. Luego decidió que sería cantante, pero tenía una voz horrible. Decidió también ser tenista, pero esto tampoco lo llenó. Hizo tantas cosas porque no sabía cómo rellenar ese vacío.

En sus últimos años se preocupó no por hacer, sino por saber. Le gustaba estar preparado para cualquier conversación, para un debate; era un ser completamente político, provocador y cuestionador. Buscaba intercambiar ideas para encontrar el bien común. Estuvo involucrado en todos los movimientos políticos del país en los años venideros desde el final de la dictadura. Nunca tuvo cargos oficiales en el gobierno, pero siempre colaboro y era escuchado como un importante consejero, la verdad es que muchos cambios sociales en Brasil fueron ideas de él.

Lamentablemente y como todos los grandes genios, nos da la sensación de que el gran Sócrates le faltó tiempo en este mundo, que aún tenía mucho para enseñarnos. El estilo de vida despreocupado y lleno de vicios que llevó desde su juventud le terminaría pasando factura al “Doctor”. Él sabía cuál sería su destino final, pero realmente nunca le importó. Nunca tuvo preocupación por la muerte, solo quería vivir intensamente cada día de su vida. Él no concebía la idea de una vida con limitaciones, pensaba que esto no valía la pena. Todo esto ocasiono que su estado de salud se viera continuamente comprometido debido a la cirrosis hepática que desarrollo en la última etapa de su vida.

Finalmente Sócrates falleció a los 57 años de edad debido a un choque séptico que no pudo superar, producto de la misma cirrosis. Murió el domingo 4 de diciembre de 2011 con el Corinthians coronándose campeón esa misma tarde, tal como siempre fue su deseo. Sócrates siempre dejó la imagen de un hombre decente, buena gente, alguien a quien te gustaría tener como amigo. Cumplió su misión, hablo de sus convicciones, dejo sus discursos y sus historias. Fue una persona que nunca abandonó la utopía, vivió a su manera. Tenía la necesidad de ser honesto consigo mismo, siempre fue consecuente con sus ideas y convicciones.


Hoy te saludamos ilustrísimo Doctor, con el puño en alto como acostumbrabas. El mundo del fútbol te da las gracias por recordarnos que este es un deporte hermoso que debe ser cuidado y jugado de manera espectacular. El pueblo brasileño te da las gracias por darle voz a millones de personas cuando más lo necesitaban y por enseñarles que un futuro mejor siempre es posible. Gracias por los cambios que implantaste, por los pensamientos que dejaste, por los goles que nos regalaste, por tu inmenso amor por la gente, por llevar esperanza, por ser como fuiste y vivir como viviste.

“Sé cómo eres, sueña mucho y principalmente haz soñar a las personas”. - Sócrates