Si tuviéramos que elegir una sola palabra para describir la temporada del Chelsea, creo que “extraña” sería cuando menos acertada. Y es que lo que empezó como un inicio esperanzador se ha transformado en un completo desastre con episodios insólitos e irrisorios de por medio.

La máxima estrella del club jugando a un nivel superlativo, pero al mismo tiempo gritando a los cuatro vientos su deseo de ir al Real Madrid. Un deseo expreso del entrenador para ser el pilar del equipo (Jorginho), convertido en el jugador más odiado por la fanaticada. Humillantes goleadas de forma frecuente, alejamiento entre plantilla y entrenador, sanciones de FIFA por fichajes irregulares. Pero si pensábamos que lo habíamos visto todo, estábamos muy equivocados.

El pasado domingo se sumó un nuevo y dantesco episodio a esta rarísima temporada del Chelsea. Se disputaba la final del Carabao Cup en Wembley entre Chelsea y Manchester City. A diferencia del partido de hace dos semanas en la Premier League, donde el City goleó 6-0, está vez el Chelsea compitió de frente ante los dirigidos por Guardiola. El partido fue un verdadero encuentro táctico en el cual ambos equipos se anularon el uno al otro y no pudieron sacar ventajas. Me atrevería a decir que incluso el Chelsea jugó un poco mejor.

Esto llevó a que el partido terminara con empate a 0 tanto en los 90 minutos como en el tiempo extra, hasta llegar a los penales. Pero justo antes del final del partido e inicio de la tanda se presentó una situación que opacó a todo lo ocurrido anteriormente. Justo antes del final del tiempo extra, Kepa Arrizabalaga presentó calambres que lo obligaron a ser atendido. El problema parecía superado y el partido continuó, pero después de lanzarse para detener un disparo de Agüero, el español parecía haberse resentido.

Al ver la notoria imposibilidad de seguir de Kepa, Sarri rápidamente manda a prepararse a Willy Caballero para entrar al terreno de juego y anuncia el cambio al 4to árbitro. Y fue aquí donde echó arroba el telón y empezó el show. Entre idas y venidas, gritos y señas, Sarri anunció el cambio de arquero pero Kepa se negó a salir del campo. Esto ocasionó la explosión del entrenador italiano ante la tajante negativa del arquero español a ser sustituido.

A mí me parece obvio que Sarri vio en la incertidumbre del estado físico de Kepa la oportunidad de hacer un movimiento táctico y darle ingreso a Willy Caballero, un conocido especialista atajando penales y excompañero de los rivales de turno. Pero por más gritos, señas e indicaciones, Kepa se negó a ser sustituido, en un acto de desobediencia a su entrenador, de deslealtad con su compañero y demostrando que para él era más importante su imagen que el bienestar del equipo. El resultado finalizó con victoria de los citizens en penales, con un penal responsabilidad del español incluido.

La verdad es que Kepa es un portero muy inflado, en su momento por la prensa española y luego por la prensa inglesa tras su fichaje multimillonario por el Chelsea. Pero las sensaciones que ha dejado el español en 7 meses en Inglaterra es la de un portero normal, que no es ni será nunca uno de los mejores del mundo. No es bueno ni malo, pero simplemente no te salva, es un portero del cual no puedes esperar nada espectacular ni extraordinario, sino que para lo que se supone debe para y hasta allí.

Pero si lo de Kepa me parecía lamentable, lo ocurrido posteriormente me hizo perder completamente la fe en este equipo. Cuando vi la niñería de Kepa y el enojo de Sarri, sólo dos posibles escenarios pasaron por mi mente: Sarri castiga a Kepa y no juega más por el resto de la temporada o el italiano presenta su renuncia a primera hora de la mañana de lunes.

Para mi sorpresa me encuentro con que ninguna de las dos situaciones que yo imaginaba se terminaron dando. Al final fue el entrenador italiano quien terminó bajándose los pantalones al declarar que lo ocurrido con Kepa había sido una confusión y que el español no tenía culpa. Queda más que claro decir que estas declaraciones fueron una orden de la directiva del Chelsea, otra muestra más de que ni los jugadores, ni los aficionados ni el mismo club respetan a Sarri; a quien lamentablemente le faltaron c*****s para ser tajante respecto a Kepa.

A principio de temporada yo creía en este Chelsea, pero así simplemente no se puede. En un club donde el entrenador no tiene autoridad, donde los jugadores hacen lo que quieran y donde la directiva no tiene la menor idea de lo que la palabra “proyecto” significa, simplemente nada bueno puede salir de allí. Y esto parece no cambiar en un corto plazo, porque desde la llegada de Abramovic el Chelsea ha sido un club raro, en donde cuando todos esperan algo de ellos no pasa nada y cuando nadie espera nada, terminan dando la campanada. La sensación que me deja todo esto es que en Chelsea cualquier cosa, desde lo más genial hasta lo más insólito, puede pasar.