La vida rutinaria se arrastra como un velo
que nos cubre de monotonía y hastío,
nos lleva por caminos de aburrimiento y duelo,
nos hace sentir que hemos perdido el brío.
Las horas se suceden sin interrupción,
una tras otra se deslizan sin piedad,
y nosotros nos aferramos a la ilusión
de que algo cambiará en la realidad.
Pero la verdad es que la vida sigue igual,
y nosotros seguimos con ella, en el mismo lugar,
luchando contra la inercia que nos hace mal,
y buscando algo que nos haga renacer y brillar.
En la nostalgia nos refugiamos a menudo,
buscando en el pasado la felicidad que perdimos,
pero al hacerlo, estamos construyendo un muro
que nos separa del presente y del futuro que vivimos.
Así que abramos nuestros ojos al mundo,
encontremos la belleza en lo cotidiano,
y dejemos que nuestra alma se eleve en un segundo,
encontrando la pasión y el propósito que hemos olvidado.
Porque la vida rutinaria puede ser un escollo,
que nos hunde en la oscuridad del tedio,
o puede ser una oportunidad de descubrir el tesoro
que se esconde en lo simple y lo cotidiano.
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