Yo tenía fe. De verdad confiaba en que podíamos estar a la altura de un partido de semejante magnitud al cual la historia nos llamaba. De verdad pensé que en este escenario en el cual el mundo tendía el ojo puesto en nosotros, podríamos dar cátedra y dar una imagen diferente a como nos perciben; pero las cosas no podían ser diferentes. Convertimos “El evento futbolístico del siglo” en “El bochorno del siglo”. El fútbol, que debía ser el invitado de honor, terminó siendo lo menos importante.

Hace unas semanas comentaba con una amiga sobre la importancia de esta Superfinal y sobre cómo competía con un Real Madrid – Barcelona por ser el clásico más importante del fútbol mundial. Ella por su parte, me decía que mientras la violencia no pudiera erradicarse del fútbol argentino, este partido jamás sería comparable con ningún gran Derby europeo. Como casi siempre, ella tenía razón.

Hace tres semanas, en la previa del partido de ida en La Bombonera, un gran medio argentino entrevistó a dos periodistas chinos que habían cruzado el mundo para cubrir la final. Ellos comentaban que el objetivo de su viaje era que la población china pudiera comprender la pasión única que conllevaba el fútbol sudamericano, en particular del argentino y porque todo lo que rodeaba este partido era tan importante como para compararse con un Real Madrid – Barcelona.

Queridos amigos asiáticos, europeos, norteamericanos, africanos, oceánicos…Bienvenidos al fútbol sudamericano: buses apedreados por retrasados mentales, fallos en los protocolos de seguridad, ineptitud policial, futbolistas agredidos, incompetencia de la CONMEBOL, disturbios dentro del estadio, disturbios fuera del estadio, enfrentamientos entre aficionados y la policía, enfrentamientos entre aficionados del mismo equipo por obtener unas entradas, actos vandálicos y criminales en las periferias del estadio, asaltos entre los mismos aficionados para robar entradas…todo eso en sólo un día en la final del torneo más prestigioso en el continente. Es lo que somos, no podía ser de otra manera. Un gran grupo de desadaptados arruinó la fiesta futbolística mas grande en la historia de América.

Quisiera decir que en todo el continente estamos escandalizados por lo ocurrido en Buenos Aires, pero la verdad es que no. Lamentablemente en Sudamérica estamos acostumbrados a estas reprochables y bochornosas situaciones. No es la primera vez que sucederá y mucho menos la última.

Esto hizo que me preguntara ¿ocurriría esto en la UEFA Champions League? La respuesta inmediata es no. Y debo compararme con Europa porque es el primer mundo futbolístico y social. No digo que allá sean perfectos, países como Rusia, Turquía o Serbia deben lidiar con fanaticadas violentas. Pero en las principales ligas de Europa que ocurra esto es impensable, mucho menos en la máxima competición de clubes del mundo, como lo es la Champions.

Y la realidad es que en la Libertadores, la máxima competición del continente americano, debería ser inaceptable que ocurrieran esas cosas. Pero cómo dije antes, lamentablemente estamos acostumbrados. En corto, se me viene a la mente el partido entre Palmeiras y Peñarol en 2017. Allí Felipe Melo golpeó a un jugador del Peñarol y se armó una trifulca en el campo. Lo peor es que eso se trasladó a las gradas donde las aficiones rivales siguieron el ejemplo de sus ídolos, quienes aún en los vestuarios continuaron peleando.

Y qué decir del SuperClásico Argentino en la Libertadores 2015, cuando fanáticos de Boca Juniors arrojaron gas pimienta a los jugadores de River Plate cuando se disponían a salir por el túnel para disputar el segundo tiempo. Y para mejor ejemplo lo ocurrido este mismo años en los 8vos de final de la Libertadores cuando en el partido entre Santos e Independiente, los aficionados brasileños arrojaron bombas al campo de juego, seguido de estampidas en las gradas e intentos de invasión del campo que obligaron a la suspensión del juego. Como cosa extraña todo derivo en enfrentamientos entre la policía y aficionados en las adyacencias de las gradas. Y sólo mencione casos ocurridos en la Libertadores, porque si nos ponemos a hablar de lo que pasa en las ligas locales podríamos estar aquí todo el día.

¿Creen que es aceptable que en la historia del fútbol argentino hayan muerto más de 300 personas por enfrentamientos violentos dentro y fuera de los estadios? Aún tenemos muy fresco en la memoria el recuerdo del hincha de Belgrano que fue asesinado en el estadio Mario Alberto Kempes por fanáticos de Talleres.

La triste realidad es que la violencia se ha vuelto la mancha y marca distintiva del fútbol en nuestra región. Y lo peor de todo es que no se ve una solución en corto plazo. Las ligas más grandes del continente (Argentina y Brasil) lejos de poner el ejemplo y marcar pauta en contra de estas situaciones que nos desprestigian, son las que llevan la cabeza en cuanto a hechos violentos. En Argentina lo mejor que se les ocurrió fue prohibir la entrada de hinchas visitantes al estadio, una medida que no parece efectiva ni duradera.

Y todos sabemos que no todos los aficionados son culpables, hay gente que va en familia al estadio por amor a su club y para disfrutar del espectáculo. Pero hay una minoría que echa todo a perder y que no tengo miedo de decir que son el cáncer del fútbol moderno: Las barras bravas. Las facciones más radicales de fanáticos son los grandes causantes de estos problemas. Es más, no merecen ni siquiera ser llamados fanáticos, porque matarse con otras personas no es “amar los colores”.

Lo ciertos es que las barras bravas son organizaciones criminales que los dirigentes de los clubes han buscado institucionalizar dándoles cierto poder y beneficios, pero se les ha salido de las manos. Las barras bravas, más que organizaciones que alientan a sus equipos, se han vuelto un negocio muy peligroso.

¿Por qué no nos miramos en el espejo de Europa? En España el Barcelona tomó la firme decisión de deshacerse de las facciones más radicales de la afición: les vetaron la entrada al estadio, los persiguieron y deshicieron sus negocios ilegales. Y el resultado ha sido inmejorable.

¿Y qué mejor ejemplo que el del fútbol inglés? En los ’70 y ’80 los llamados hooligans eran la deshonra del fútbol inglés. Sin embargo, una reforma impulsada por el gobierno británico hizo que se les prohibiera la entrada a estos “fanáticos”. Sanciones más severas, mayor inversión en la fuerza policial y reacondicionamiento de los estadios salvaron al fútbol inglés. El resultado fue el nacimiento de la moderna y atractiva Premier League, la mejor liga del mundo y la que mayores réditos económicos produce.

En Sudamérica podremos tener más talento que en cualquiera otra región, pero mientras no logramos eliminar el cáncer que representa la violencia, seguiremos siendo fútbol del tercer mundo. Si la CONMEBOL, junto a las Federaciones locales y los equipos se lo propusieran, fuera posible. Pero la realidad es que todo es un negocio y simplemente no conviene. Seguirán muriendo hinchas, seguiremos siendo una vergüenza como cultura y como sociedad. Tenemos la forma de hallar la solución definitiva y dar el siguiente paso para ser del primer mundo futbolístico, pero los dueños del fútbol de continente no quieren hacer nada al respecto, se resignaron a creer que la violencia en las canchas es parte de lo que somos. Lamentablemente “violencia” y “fútbol sudamericano” seguirán siendo sinónimos y no cambiará dentro de poco, o mejor dicho, no queremos que cambie.