Hernán Crespo, DT de Defensa y Justicia, recibiendo emocionado su plaqueta.

Te toca volver a tu casa. Aquella donde fuiste feliz, donde empezó todo. Aquella cancha donde supiste brillar. Entrás al estadio y los recuerdos se activan solos, al igual que ese nudo en la garganta que no da tregua y que sólo te deja llorar. Pero llorar de emoción. De felicidad, como dicen.

Recordás cuando llegaste, cuando fuiste alcanza pelotas. También de la vez que te convocaron para concentrar con la primera. Cómo olvidad tu debut y aquél primer gol en tu equipo. La primera vez que corearon tu nombre desde la tribuna. Los ojos vidriosos reflejan esa nostalgia y ese agradecimiento hacia la gente, que te recibe con la calidez que te ganaste.

Crespo con la camiseta de River en sus inicios.

Porque claro, te la ganaste por todas las alegrías que les diste. Los campeonatos, el golazo de chilena contra Sporting Cristal, los goles en la final de la Copa Libertadores, el gol a Boca en la mismísima Bombonera.

Hernán Crespo festejando uno de sus dos goles en la final de la Libertadores, antes de viajar a Italia para jugar en el Parma.

Pero no sólo vestiste la camiseta de ese equipo; sino que también tuviste el honor de jugar en esa cancha con los colores de tu país. El primer gol ante Ecuador, el golazo a Venezuela y los goles a Brasil.

Crespo festejando con la camiseta argentina.

Emulás abrazar a todos con un gesto y recibís la placa que te entregan como reconocimiento por tu paso por el club. Y todo eso tiene más valor aún, cuando todo eso que conseguiste fue siendo contemporáneo de un tal Gabriel Omar Batistuta.

Hernán Crespo emocionado en su vuelta al Monumental