Podemos discutir sobre quién ha sido el mejor futbolista de la historia en un debate interminable, decidiendo entre la figura de Pelé, Maradona y Di Stéfano, un triángulo que en los últimos tiempos se desdibuja con la irrupción de Leo Messi. Sin embargo, ‘O Rei’ no solo fue un futbolista excepcional, también supo construir a su alrededor un aura que terminó por convertirle en una figura icónica. Pelé simplemente es fútbol, casi un sinónimo, la primera imagen que vemos cuando se piensa en un jugador concreto, dentro del mito de arte, improvisación y genio que empapó a Brasil durante los años 60 para que aquella ‘Canarinha’ sea considerada la mejor selección de la historia. Eso redondea el círculo alrededor de Pelé, el más grande dentro del equipo más legendario. Por algo será que es el único futbolista que ha conquistado tres Copas del Mundo como jugador (Suecia ‘58, Chile ‘62 y México ‘70) pese a que en Chile prácticamente no pudo jugar por lesión.

También parece sorprendente que el aura de Pelé creciera sin que llegara a jugar nunca en Europa. La mayor parte de su carrera transcurrió en el Santos, equipo con el que debutó a los 15 años y en el que jugó durante casi 20 años. Al final de su carrera viajó a Nueva York para jugar en el Cosmos, incluso rechazando ofertas de Juventus y Real Madrid. Y aunque la NASL fuera una liga menor, Pelé amortizó el fichaje aprovechando el tirón mediático de jugar en EEUU y aumentando su leyenda en un mundo que ya tenía a sus pies.

México ‘70 fue su momento culminante

“Debería estar prohibido jugar un fútbol tan bello”, así definió la prensa internacional lo que sucedía sobre el césped cuando los discípulos del Lobo Zagalo tenían el balón en los pies en el Mundial de México. Félix, Brito, Wilson Piazza, Carlos Alberto, Everaldo, Clodoaldo, Gerson, Tostao, Rivelino, Jairzinho y Pelé formaron aquel once.