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Recuerdo que pocos meses después de cumplir mis 12 años, yo ya estaba tomando mi gran decisión de abandonar el Fútbol, por la gran molestia e impotencia que me causaba el hecho de recibir muchas patadas y no poder desquitarme contra quienes me agredieran con esa absurda y maliciosa forma de jugar.

Porque si yo recibía una fuerte patada de alguien que yo consideraba era intencional (para mi eso era muy obvio, porque yo era muy rápido corriendo con el balón dominado, además yo peligroso con mis pases; y por eso creo que la forma que casi siempre tenían los del equipo contrario para detenerme era con sucias patadas de jugadores poco honestos).

Por eso, yo me enojaba mucho y al asumir alguna actitud airada de confrontación y reclamo en contra del agresor, casi siempre el árbitro me sacaba tarjeta roja y me expulsaba del partido (a mi agresor normalmente el árbitro tan solo lo regañaba por su juego sucio y quizás en ocasiones sacaba una tarjeta amarilla).

Posteriormente, las negativas consecuencias para mi, casi siempre eran recibir un fuerte regaño y castigo por parte de mi entrenador (por mi supuesto mal carácter y peor comportamiento en la cancha), además del enojo de mis compañeros porque luego de mi expulsión nuestro equipo quedaba con 10 jugadores; y el resultado final era una segura y fea derrota de nuestro equipo.

No obstante, la aludida decisión no me causó ningún malestar, más bien sentí mucho alivio cuando me retiré formalmente del futbol, porque ya no recibiría más patadas en cada juego, y yo ya no sería nunca más el culpable de las múltiples derrotas de mi equipo.

De hecho, luego de esa decisión asistí a un Gimnasio cerca de mi casa, denominado "Lumumba Estaba" (en honor a un gran boxeador de la época). Ese Gimnasio era especial para mi, porque de cierta manera pude cumplir en ese entorno muchos sueños y aventuras; con varias novias conocidas y tenidas alrededor de ese ambiente, quienes me admiraban y querían, más por ser yo un buen luchador y tener un definido y musculoso cuerpo de Gladiador, que por mi rostro no tan agraciado porque hasta feo soy.

Además, entre mis aventruras y sueños cumplidos, se encuentran los dichosos recorridos frecuentes realizados por casi toda Venezuela, representando a mi estado Anzoátegui en Competencias Nacionales, Regionales o de intercambios o "fogueos"; en mi aquilatada calidad de Campeón Estadal y Regional.

Agradezco a Dios, porque en ese espectacular Gimnasio conocí a 2 excelentes entrenadores quienes técnicamente se complementaban entre si y me enseñaron muchas buenas técnicas de combate, tanto en estilo Libre como en Grecorromano (en donde mejor me desempeñaba y era muy difícil de ser derrotado). También conocí a aproximadamente 50 buenos luchadores de diferentes edades, convertidos en buenos amigos, quienes para esa época tenían entre los 8 hasta los 25 años de edad.

Mi rutina de lunes a viernes, luego de salir del Liceo, comer y descansar, era esperar ansioso la llegada de las 4 de la tarde para luego irme raudo a entrenar en ese prestigioso Gimnasio; porque yo sabía que tenía que estar presente allí diariamente, en ese simpático campo de batalla, para entrenar y combatir muy duro, si yo quería ser el mejor en la Lucha Olímpica.

Por lo tanto, y por instrucciones precisas, enérgicas y muy estrictas por parte de los entrenadores, diariamente trotábamos por 30 minutos, luego casi sin descansar y durante aproximadamente una hora y media, hacíamos fuertes ejercicios de piernas, subíamos las gradas varias veces y cargando pesos, realizábamos muchas series variadas de abdominales, ejercicios y flexiones para fortalecer manos, antebrazos, brazos, pecho y espalda; incluyendo levantamiento de pesas y "press de banca"; hasta culminar con unos complicados ejercicios para fortalecer los importantes músculos del cuello (algo imprescindible para cualquier luchador).

Posteriormente, durante una hora todos nos dedicábamos a practicar religiosa y repetitivamente una serie de técnicas de lucha, para adquirir y afianzar la necesaria "memoria muscular", la cual nos permitía reaccionar casi automáticamente para realizar idóneos movimientos y aplicar las mejores "llaves", ante cualquier situación de combate que se nos presentara durante una competencia.

Finalmente, al caer la noche se iniciaban los fuertes y extenuantes combates continuos, en un todos contra todos durante casi una hora; la metodología era iniciar la práctica de combates luchando durante 5 minutos contra luchadores de menor peso al nuestro, para ir luego avanzando progresivamente en combates contra luchadores de mayor peso, hasta llegar "medio muertos" a la última pelea contra el luchador de mayor peso en el Gimnasio...

De verdad, esa época ha sido una de las mejores de mi vida. Y lamento decir que hasta aqui dejo este breve relato. Pero, pronto daré detalles de diversas anécdotas en este contexto de Lucha Olímpica durante mi juventud...

Saludos a Todos...