Similitudes y distinciones
El maltrato a las mujeres – en pensamiento, palabra o escritura – viene cuando uno ignora el curso de las similitudes y diferencias con respecto a los hombres y mujeres. Los hombres y las mujeres son, ante todo, lo mismo, ya que fuimos creados juntos en la imagen de Dios (Génesis 1:26-27), llamados juntos a cultivar el cosmos (Génesis 1:28) y heredar juntos el reino de Dios en Cristo (Gálatas 3:28-29). Tenemos el mismo origen, el mismo evangelio y el mismo destino.
A la vez, la biblia hace distinciones claras entre la masculinidad y feminidad, a veces hablando de llamados y vulnerabilidades específicas y detallando responsabilidades para cada uno de ellos. Si mitigamos o ignoramos cualquiera de esas verdades, podemos darle poder al maltrato de mujeres y niñas por parte de hombre y niños.
La biblia no refleja la vulnerabilidad como un signo o falta de importancia.
Podemos hacer énfasis en las distinciones masculinas/femeninas de una forma que pueda llevar a los chicos a ver a las mujeres de una forma completamente distinta, o débiles y necesitadas sin un hombre. Esto puede conllevar a un espectro completo de formas en las que los hombres puedan minimizar la dignidad y el llamado de las mujeres. Una muestra de esto a veces puede ser la “caballerosidad” de hombres que nunca asaltarían o abusarían de una mujer, pero tampoco buscan nunca los dones y el liderazgo que Dios les ha dado a ellas. A menudo, en su forma más oscura, esto termina en un hombre que ve a una mujer como objeto de su apetito, bien sea por sexo, por rabia o por la humillación de otros aún más débiles que él.
Podemos hacer énfasis en las similitudes, de una forma que silencie las vulnerabilidades únicas que pueden surgir de la dinámica masculina/femenina. La biblia nos llama a que nunca tratemos a ningún ser humano como un medio para un fin, y a no luchar contra otro ser humano. La biblia a menudo, habla a hombres en contra del maltrato hacia las mujeres y los fomenta a buscar el honor y a cuidar de ellas. (Efesios 5:25-30; 1 Timoteo 5:2; 1 Pedro 3:7; Santiago 1:27)
¿Por qué ocurre esto entonces?
La biblia no ve la vulnerabilidad como un signo o falta de importancia. De hecho, esto es lo opuesto para la gente de un Cristo crucificado. Todos, virtualmente, podemos coincidir en que hay vulnerabilidades especiales para las mujeres en nuestra sociedad de maltrato potencial por parte de los hombres. Algo tiene que ver con el hecho de que las mujeres son generalmente (aunque no siempre) menos fuertes físicamente que los hombres y por lo tanto vulnerables al daño. Algo tiene que ver en la forma en que los niños nacen y son educados. Un hombre puede abandonar más fácilmente sus responsabilidades hacia sus hijos que una mujer, quien los lleva en su propio cuerpo. Algo de esta vulnerabilidad es cultural. Uno se esforzaría en pensar acerca de la existencia de un matriarcado que denigre a hombres en el mundo actual o en el pasado, mientras que los patriarcados opresores de mujeres son tristemente comunes y se encuentran alrededor de nosotros, si definimos un patriarcado pagano como: Uno que base el valor de las mujeres y niñas en su atractivo sexual y su disponibilidad hacia los hombres. No estamos conformes con el espíritu de este presente oscuro.
¿Cómo comunicamos esto a la próxima generación?
En primer lugar, los padres y maestros pueden resaltar las maneras en las que aprenden y han sido moldeados por mujeres fuertes de Dios – de los ejemplos bíblicos de líderes como Ruth, Priscilla, Lydia y la madre de nuestro señor, María, hacia nuestras madres inmediatas – y hermanas en Cristo. Si estás casado, hombre, presta atención y respeta el consejo de tu esposa. Si eres un pastor, no trates con condescendencia a las mujeres en las ilustraciones o introducciones de tus sermones. Enfatiza en la creación y en los llamados de las mujeres, enlazados en nuestra herencia común.
No dejes que los hombres jóvenes alrededor de ti te vean haciendo la vista gorda o justificando el abuso sexual, comentarios misóginos o la violencia en contra de mujeres.
Al mismo tiempo, enfatiza en el horror de un hombre maltratando a una mujer. No dejes a los niños y a los jóvenes a tu alrededor, ni siquiera por un milisegundo, verte sin darle importancia o justificando la depredación sexual, comentarios misóginos o violencia en contra de mujeres por una figura deportiva porque él juega para tu equipo, un político porque pertenece a tu partido o por alguien del mundo del entretenimiento porque te hace reír. Tu hipocresía no solo puede alejar a la próxima generación de Jesús, sino que también puede acercarlos al abuso.
Disciplina a los niños que golpeen a otros niños, pero claro, da una reprensión exponencialmente elevada a los niños que golpeen niñas. Queremos alejar la urgencia satánica de golpear a otros por rabia, lo cual se encuentra presente en los hombres que usan su “poder” percibido en contra de mujeres y niñas vulnerables.
El demonio odia a las mujeres lo suficiente para quererlas ver victimizadas por hombre predadores. El demonio odia a los hombres lo suficiente como para querer convertirlos en abusadores y predadores. Hagámoslo de una forma diferente – de la manera en que un Cristo, quien se sacrificó por una novia, y quien trata a esa novia no como un sirviente, sino como a una amiga (Juan 15:15), no como un objeto sino como su copropietario (Romanos 8-17).
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