El clima no era tan malo como se lo habían pintado, pero el viento batía a intervalos en cualquier dirección. Esto presuponía que los dioses, si así lo quisiesen, podrían influir en su labor como principal maquinista de las catapultas de su ejército. Pero el pequeño Greg, sabía por batallas pasadas que era poco probable que sus coterráneos decidieran derrumbar la muralla francesa. Pues, la fuerza del asalto frontal de la infantería nórdica era temida por cualquier enemigo, debido a su brutalidad y capacidad de destrucción, y una vez dada la voz, salían en línea recta arrasando con todo. Fue así que entre sus cavilaciones de porque combatían a franceses en Londres, el sonido del cuerno que daba inicio a todo, lo devolvió al escenario que tenía delante de sus ojos.
Rápidamente y con un dominio absoluto del primer frente de ataque, la infantería vikinga mediante las huestes del caudillo Mattison, logró hacer estragos en la defensa rival. Esto tranquilizó a Greg, pues todo iba según sus suposiciones y quizás no necesitaran sus catapultas. Pero a pesar de que esta pequeña ventaja se mantuvo, la batalla entraba en terreno incierto, ambas defensas se solidificaban y no variaban mucho mas el mapa posicional. Fue entonces, casi que de la nada, que el capitán francés Dalton lanzó la escuadra caballeriza del joven teniente Olave para igualar las acciones en el campo y agregar más incertidumbre al desenlace de la disputa.
Diez minutos más tarde Lord Kirk le gritó a Greg con instrucciones. La batalla estaba nivelada, pero había uno de los frentes que, a pesar de los avances vikingos, se empecinaba en repelerlos y una de sus catapultas podía hacer la diferencia para sumar posicionalmente. Greg, que no exteriorizaba su nerviosismo, armó su maquinaria y llegó al lugar. Suspiró de alivio al constatar que la distancia de su lanzamiento no sería más de 30 yardas y eso era fácil para sus catapultas. Así fue, su lanzamiento trajo ventaja en el campo y esa posición defensiva cayó derrumbada.
Los compañeros de escuadra de Greg no habían terminado de felicitarlo, cuando Tomlinson llegó corriendo con la noticia de que había emboscado la ofensiva francesa en otro frente y los había hecho perder un importante bastión, pero que se habían atrincherado a unas 36 yardas y solo era posible reclamar esa ventaja con una catapulta. Greg respiró profundo y movió su maquinaria en esa dirección. El viento estaba un poco mas rebelde en ese momento, pero igual tampoco era tanta la distancia y sin mucha dificultad su lanzamiento sirvió para reclamar ese bastión.
La probabilidad de que los vikingos utilizaran las catapultas dos veces en batalla era bastante baja, por eso cuando lo llamaron para una tercera ocasión, Greg supo que algo raro estaba pasando. Si bien fue y logró asegurar otra posición en el mapa campal, la defensa francesa estaba mostrando más resistencia de lo previsto y bien sabía que sus lanzamientos no debían ser de lo único que dependiera el éxito de su ejército. Pues la falta de contundencia podía jugarles en contra y envalentonar la ofensiva de los franceses, pudiendo dar al traste con resultados negativos más definitivos.
Como si estuviera escuchando sus pensamientos, el veterano teniente Latavius, curtido en mil batallas, comandó un escuadrón rival para hacerse con uno de los puestos defensivos de los vikingos y lanzar el grito de que la batalla estaba lejos de terminar. Greg, sintió como los suyos se estremecían y el flujo de la victoria comenzaba a correr en sentido contrario. Pensó que era un síntoma de desesperación la petición de que utilizara sus catapultas una cuarta vez para asegurar uno de los frentes, pero en cualquier caso aseguró esa posición desde unas 46 yardas para seguir aportando a la victoria definitiva.
Entonces llegó la arremetida inesperada, el batallón del coloso francés Taysom arrasó con un puesto defensivo de los nórdicos generando el primer repliegue vikingo. Por primera vez, parecía posible que la perseverancia y fortaleza francesa daría frutos. Pues Taysom y sus subordinados pudieron adentrarse más en el territorio enemigo gracias al apoyo del teniente Jarvis y su caballeriza. La batalla estaba tomando peligrosamente rumbo de victoria francesa. Fue entonces que el joven e intrépido Jefferson con una maniobra de engaño penetró un puesto defensivo y devolvió una ligera ventaja a los vikingos.
La noche empezaba a acechar y ambas ofensivas empezaban a flaquear, lo que hacía que los puestos defensivos de ambos lados se vieran más imponentes. Un avance francés que no logró hacer tanta mella desembocó en la utilización de una trebuchet, la catapulta mejorada. Greg, sabía que, si bien la trebuchet era capaz de tener mejores resultados a mayores distancias, nunca habían sido probadas en campo de batalla a mas de cincuenta y tantas yardas; y aquellos franceses cansados y casi desesperados pretendían lanzar desde 60. Greg, observó atento desde la distancia, aquella era una maquinaria más avanzada que la suya y no quería perderse ningún segundo. La ejecución francesa fue perfecta y trajo la nivelación en el campo de batalla.
Ambas tropas ya diezmadas, rumoraban un pacto de igualdad. Pero Lord Kirk logró divisar el último bastión importante francés a unas 50 yardas y nuevamente acudió a la maquinaria de Greg, quien a pesar de las tinieblas y de ser la quinta vez en el día que preparaba una de sus catapultas, destruyó el reducto francés. Los vikingos estallaron de júbilo, se sabían ganadores y sabedores de que los franceses se habían quedado sin arsenal ofensivo y estaban forzados a claudicar. Y mientras festejaban con hidromiel, a la distancia asomó la trebuchet. Comenzaron a correr y fortificarse, la trebuchet se armaba a unas 61 yardas. Distancia que constituía un nuevo récord de uso del artefacto francés, pero desde 60 ya había mostrado efectividad.
Greg, incapaz de desplazarse rápidamente, se quedó junto a sus catapultas, rezando a los dioses que esa yarda extra hiciera la diferencia. Se sintió la patada que accionaba el mecanismo de la trebuchet, todo quedó en silencio, la noche, los nórdicos, los animales, todos observaban el proyectil acercarse. Cuando ya estuvo lo suficiente cerca y todos en el campamento lanzaban plegarias sobre los parientes y amigos que reencontrarían en Valhalla, el viento caprichoso hizo que el pedrusco pasara por una frondosa rama de un árbol de caucho que estaba afuera de la fortificación, haciéndolo perder impulso, fuerza y dirección. Tras caer rodando por el borde exterior de la muralla como balón de tripa vacuna, el proyectil quedó solo para la anécdota junto con las 61 yardas de su lanzamiento. Los vikingos confirmaron su victoria, lanzando arengas e hidromiel. Greg fue alzado en hombros por primera vez en sus experiencias bélicas, mientras miraba al cielo y daba gracias por aquella última ráfaga a favor y no en contra.
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