Valentino es el rey de los moteros. El modelo a seguir, el paradigma. Durante dos décadas, una abrumadora mayoría de los fanáticos de las motos han soñado con ser él, se han comprado su casco, han pintado el mítico 46 en su carenado, o han pegado en él una insignia con el símbolo de ‘The Doctor’ que contemplaban con orgullo antes de subirse a su máquina sin importar la cilindrada.

Esa empatía es muy lógica, porque Rossi ha pilotado durante todos estos años como les habría gustado hacerlo a todos los que han fantaseado alguna vez con ganar un gran premio abordo de un pepino. Por eso ha habido tanta complicidad entre el público y él. Valentino es ‘Uno de los Nuestros’, el espíritu del sol y la luna y la añoranza de libertad que siente todo el que se sube a una moto en una escapada de fin de semana.

A todo lo anterior hay que sumarle siete títulos de campeón del mundo de la categoría reina, uno de 250cc y otro de 125cc, un pilotaje increíblemente agresivo, casi suicida, un carácter polémico y rebelde, un humor socarrón espontáneo e imaginativo y una ambición sin límites que le ha hecho ir siempre al límite, no dar nunca una carrera por perdida, y no hacer ni una mínima concesión a sus rivales.

Rossi tiene el récord histórico de victorias (89), podios (185) y vueltas rápidas (75) en MotoGP y es el piloto que más veces se ha subido al podio (221) y más puntos ha sumado (5.186) en la historia del mundial de motociclismo.

Gran rivalidad con los pilotos españoles

Rossi mantuvo una tremenda rivalidad entre 2003 y 2004 con el español Sete Gibernau que cambió radicalmente su relación, que pasó de ser de profunda amistad (hasta veraneaban juntos), a un odio cerval. Más tarde, a partir de 2008 mantuvo otra guerra sorda con Jorge Lorenzo dentro de Yamaha, y desde 2015 con Marc Márquez.