El deporte es universal, inclusivo y para todas las edades.
Encuentro de generaciones.

Edna y Anita son amigas. Pese a la diferencia de edad -las separan dos generaciones-, lograron entablar una muy buena relación. Un día se dieron cuenta de que los dolores de rodillas, ya eran un tema común entre ellas. Fueron a gimnasio, el instructor las dejó en la eterna caminadora. Decidieron caminar gratis en el parque y buscar otra actividad que les resultase divertida. Se inscribieron a zumba, fue la locura total, hasta que comenzaron a punzarles las rodillas, entonces decidieron buscar otras opciones. ¡Artes marciales!

Claro, todo mundo las tacho de exageradas, por meterse a un deporte tan "dificil", "pesado", "para hombres". Afortunadamente, este maravilloso par de pillas se hicieron las sordas y comenzaron su aventura. 

Las primeras clases fueron catastróficas: a una le dolía el lado derecho y a la otra el izquierdo. Ednita no podía con el trote y Anita tuvo que ponerse lentes oscuros para proteger su catarata, una diadema para detener su aparato auditivo y el favor de Dios para vencer el miedo a enfrentar un reto nuevo. Ambas siguieron un día tras otro, apoyándose en clase, dándose ánimo en todo momento, hasta que la magia ocurrió: ellas se convirtieron en artistas marciales.

Edna de azul marino y Anita de Gris-de pié- con su grupo de compañeros.

El resultado fue excelente, ahora son guerreras poderosas, corren por el campo y ostentan un muy buen kilometraje, pueden patear y golpear muy alto, ya ni se acuerdan del dolor de rodillas y sobre todo, encontraron un segundo hogar, lleno de amigos y amigas de todas las edades, que las tratan con el cariño y el respeto que ellas merecen. 

Alumnas responsables, trabajadoras y muy puntuales.