VAR

Cuando apareció la noticia de que la tecnología hacía su incursión en el mundo del fútbol, muchos aficionados nos llevamos las manos a la cabeza.

Todos pensamos que el deporte rey por excelencia iba a perder esa subjetividad en el arbitraje que lo caracterizaba.

Pero nada más lejos de la realidad.

Llegó el VAR (Video Assistant Referee) a la Liga española y... Nada cambió. Bueno, digamos poco.

Se suponía que el VAR iba a ser esa revolución tecnológica que aportaría objetividad a las jugadas dudosas, pero claro, qué es dudoso y qué no, lo decide el árbitro. Entonces, nos encontramos que finalmente el árbitro es quien decide, a no ser que sea algo realmente clamoroso.

Ahora los partidos se paran cada dos por tres, hay consultas a través del pinganillo que parecen telespectadores y además de todo, muchas veces ni siquiera aciertan.

En otros deportes como el tenis o el rugby, la tecnología funciona a la perfección, y aunque los encuentros se detengan las decisiones se toman rápidamente y muestran a los espectadores lo que ha sucedido en la jugada. Pero con el VAR no pasa esto, la decisión se toma en la zona monitores, se la comunican al árbitro por el pinganillo y todos a esperar.

Deberían mejorar bastante este sistema si quieren una tecnología que esté a la altura del fútbol.

Por el momento, nos tendremos que conformar con esperar las decisiones que se tomen cuando se toman...