Poco queda ya de aquél niño que comenzó a entender el fútbol junto a su abuelo, escuchando partidos a través de una radio y tachando resultados de la quiniela mientras iba lanzando preguntas al alegre abuelo.

Poco queda de ese niño que fui como del fútbol que recuerdo con anhelo. Nada queda o no lo suficiente del amor que sentían los jugadores por sus clubs, que un jugador cambiara al eterno rival se hacía casi impensable, hoy es algo que vemos fácilmente, y no solo al club rival sino cambiar de equipo, no era común ver a jugadores cambiar cada poco de escudo. Ha llegado para instalarse la filosofía del desapego al balón.

Como llegó para quedarse ese periodismo que te habla del color de las zapatillas que usó el jugador de moda en aquél restaurante acompañado por aquél otro con quien tuvo sus más y sus menos, pero no te hablan del control de primeras, el córner bien sacado o la falta mal ejecutada, ese mismo periodismo que para hablar de una de las mejores deportistas coloca el nombre de su novio o ex novio famoso como si fuera relevante para tal información.

Poco queda de aquellos jugadores que se dejaban alma y corazón, esos que ahora ven como los corazones se reparten en redes.

De aquél niño quedan las ganas de echar una pachanga entre amigos con los mismos que charla sobre lo poco que queda de aquél fútbol.