El seleccionado colombiano, con diez hombres durante 85 minutos, perdió 2-1 frente a los nipones en el primer encuentro en grupo H del campeonato del mundo. Kagawa y Ozako marcaron por los asiáticos, Quintero por el cuadro tricolor.

Las dos caras del fútbol: alegría y tristeza. Por un lado los japoneses, que venían de ganar solo un partido en 2018 y que hace apenas unos meses habían cambiado de entrenador, salieron del Mordovia Arena de Saransk con la sonrisa pintada en sus caras. Felices porque iniciaron con buen pie su participación en el Mundial. Vencieron 1-0 a Colombia.

Por el otro lado, los colombianos salieron desolados. Con un sin sabor en sus gargantas raspadas de tanto gritar el famoso “sí, se puede”. El primer golpe a la mandíbula en la Copa del Mundo 2018 para el seleccionado nacional, que tuvo en contra al destino, si así puede llamarse a esas situaciones que se van generando durante el transcurso del juego. Y es que al minuto tres cuando todo comenzaba y los equipos se estudiaban e intentaban reconocer la estrategia del rival dentro del terreno de juego hubo una jugada que alteró los planes del seleccionado colombiano.

Yuya Osako le ganó el pulso a Óscar Murillo en un pase profundo, quedó solo frente a David Ospina, pero su remate a ras de piso fue atajado por el arquero colombiano. El rebote le quedó a Shinji Kagawa, pero el disparo del mediocampista fue desviado por la mano de Carlos Sánchez. Penal y roja: una combinación mortal. Primer round perdido.

Tan solo habían pasado tres minutos y el inicio dejaba boquiabierto a los colombianos. Kagawa se encargó de amargar más ese comienzo del compromiso con el cobro del tiro penal: toque sutil al centro, Ospina se jugó a la derecha. Gol. No más de mil japoneses asistieron al Mordovia Arena de Saransk. Todos celebraron a rabiar el gol, agitando banderas y gritando el nombre de su equipo. El panorama se veía complicado para el seleccionado colombiano. Un hombre menos, un gol abajo en el marcador. Lo único que mantenía viva la ilusión eran los 85 minutos que tenían por delante.

Los japoneses, por el contrario tenían todo a favor: un hombre de más, un gol de más. Todo de más. A pesar de eso, dejaron que Colombia empezara a manejar el balón. Aunque fue un manejo sin ideas, porque no apareció Juan Fernando Quintero, quien se vio obligado a retroceder tras la expulsión de Sánchez. Tampoco apareció José Heriberto Izquierdo. El que más lo intentaba era Juan Guillermo Cuadrado por zona derecha. En 33 minutos solo se generaron dos aproximaciones a la portería de Eiji Kawashima. Ambas en los pies de Falcao. Ninguna lo suficientemente clara para ilusionarse con el empate.

Pékerman movió fichas. Su zona de recuperación necesitaba restablecerse. Le dio ingreso a Wilmar Barrios, sacó a Cuadrado. Un cambio que no se entendió, tal vez más porque hasta última hora estuvo en duda y no quiso arriesgarlo. Esa sustitución sirvió para que Juan Fernando Quintero se soltara, contó con más libertad para generar juego. Pero en el terreno no se hacían más de cinco pases seguidos. Así que Colombia apeló a la enjundia, a la berraquera. Esas características que siempre han destacado a este grupo de jugadores.

Gracias a ese empuje encontraron el camino para igualar el marcador. Falta en contra de Falcao, que Quintero se encargó de cobrar. Remate abajo, la barrera saltó. El balón al palo izquierdo de Kawashima con la fuerza y la colocación perfecta para apenas superar la línea de gol: uno a uno y nuevamente la ilusión tricolor volvía a renacer.

Pero la enjundia y berraquera no siempre alcanzan para mantener un resultado. El motor empezó a apagarse, la defensa mostró a lo largo de los 90 minutos sus debilidades: falencias en el juego aéreo, en salir con el balón dominado, falta de seguridad. Japón se llenó de confianza y en el segundo tiempo salió con la convicción de que once jugadores pueden superar a diez. Fue una constante en media hora de juego. Generaron dos opciones, una de ella la tapó David Ospina, la otra se fue desviada. Hacían valer el hombre de más.

Ni el ingreso de James Rodríguez sirvió para que la intensidad no se perdiera. Los nipones mantuvieron el impulso hasta que al minuto 73 llegó el premio para la intensidad de los asiáticos. Cobro de tiro de esquina por el costado izquierdo. Falla en la marca, en el juego aéreo, cabezazo de Yuya Ozako y el balón al fondo. Un gol que silenció a los colombianos y alegró a los japoneses. Un tanto que mostró esas dos caras del fútbol: alegría y tristeza.

Y así se fueron los minutos con los colombianos añorando un milagro que terminara con el empate y los japoneses deseando que el tiempo no se contara por minutos sino por milésimas de segundo. El gol nunca llegó y el partido terminó con desazón para los suramericanos y felicidad para los asiáticos. Colombia, a recomponer y a pensar en Polonia, rival al que tendrá que enfrentar el próximo domingo.