La consola consuela a los futbolistas frustrados como nosotros, los amantes del balón pie, que pasamos horas y horas frente a la pantalla para que los jugadores virtuales nos den una alegría con Joystick de por medio.
Las nuevas generaciones quizás no sean conscientes con qué juegos contábamos y qué tan accesibles eran.
Si no era en vacaciones de verano, la salida familiar al centro era la oportunidad de ir a una casa de juegos y jugar una par de fichas en el Arcade. Juegos con gráficos muy precarios y los primeros la cancha se veía desde arriba, por lo que se veía un cabeza agitando dos brazos para correr con una pelota pegada el supuesto cuerpo.
De repente, llegó la posibilidad de tener los juegos en nuestro hogar. En mi caso, empecé teniendo una consola de Family Game y no tenía juegos de fútbol. Debía conformarme con un juego de beisbol. Y más de dos horas no me dejaban jugar.
En la última etapa de furor del Sega, llegué a tener uno y disfrutar de los mismos juegos que mis amigos. En el momento furor de Los Super Campeones apareció el juego y mi amigo se lo compró para invitarme a jugar. Como todavía el Sega no había llegado a mi cuarto, debía ir a su casa. Él contaba con la ventaja de jugar más tiempo que yo y no hace falta que les diga como terminaban los partidos.
Hasta que apareció en mi vida el FIFA 96; con equipos desactualizados. Maradona seguía en la Selección Argentina, por ejemplo. Jugaba mundiales, intentaba armar los torneos con los países que tenía. Por ejemplo: en el mundial de Francia participaba Sudáfrica y lo reemplazaba por Camerún o algún otro disponible. Disfrutaba festejar los goles apretando varias veces el botón del grito de gol, donde daba la sensación que el relator era tartamudo, y con el otro (también repetidamente) que activaba los fuegos artificiales. El resultado: un tipo tartamudeando por un tiroteo. Debajo de cada jugador aparecía una estrella que te avisaba a qué jugador tenía la pelota o estaba moviendo el rival en el caso que juegues contra tu amigo. Tiempo después, mi amigo me hizo saber que podíamos jugar los dos en el mismo equipo pero nos resultaba difícil coordinarnos. Después me compré el FIFA 97 que traía la novedad del Fútbol de Salón. Te daba la opción de jugar Indoor(Futsal) y Outdoor, cancha de once.
En la PC conocí el Winning Eleven 8. Donde hacía lo mismo que en el FIFA hasta que descubrí que podía cambiar los planteles, pasar un jugador a otro equipo, “convocar a la selección” a otro jugador que me guste más, editar su festejo, sus habilidades, etc.
También estaban los que ponían al lateral izquierdo brasilero Roberto Carlos como delantero y le pegaban desde lejos para disparar unos de su misiles cargando la barra de energía o intentando recrear el gol de tiro libre espectacular que le hizo a Francia.
Tal vez le resultará familiar, pero se me dí cuenta que podía armar equipos enteres y futbolistas con sus rasgos parecidos. Me pasé 12 horas armando equipos del campeonato argentino y jugándolo. Título que lo ganó River por supuesto. También armé equipos con amigos de la vida real intentando respetar la fisonomía de cada uno. El equipo lo integraban más de un gordo y era muy gracioso ver el parecido.
Quizás les parezca más gracioso aún el hecho que me haya quedado en la Pay Station 2. Era feliz jugando al Pro Evolution Soccer y actualizando la compra cada año en la tienda de videojuegos de la otra cuadra de casa.
Y como todo tiene un etapa, un día decidí guardar la consola y no usarla más. Ahora soy un escritor lleno de nostalgia que recuerda esos momentos en que jugaba a ser DT o un Dios que creaba mundos de fútbol y lo publica en una página de internet.
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