Corría el año 2000, tras una convulsa época en su historia el Real Madrid celebraba las elecciones a la presidencia del club en las que un joven Florentino Pérez se impuso como vencedor, el golpe de efecto que llevó a Florentino a la presidencia del club más laureado de Europa fue el fichaje de Luis Figo, un fichaje que supuso un antes y un después en la historia del deporte rey. Antes de llegar al club blanco el luso había sido uno de los mejores jugadores de Europa, referencia de su club y de su selección, siendo galardonado con el balón de oro al año siguiente. Hasta aquí todo normal, el Real Madrid siempre se ha interesado por los mejores jugadores del mundo y la llegada de un nuevo presidente siempre suele ir acompañada de un fichaje de renombre para tratar de ganar el favor de los socios, el hecho que convirtió a este fichaje en uno de los más convulsos de la historia, cuyas heridas permanecen abiertas casi 20 años después es el club de procedencia de Figo, el rival histórico del club merengue, el Fútbol Club Barcelona.

Luis Figo efectúa un saque de esquina en el Camp Nou.

La llegada del jugador portugués al club de la capital española es considerada como una de las mayores traiciones de la historia del deporte, tras su llegada al Real Madrid Figo recibió desde la afición culé el apodo de traidor y esa terrible losa pesó sobre el durante el resto de su carrera. A día de hoy no sabemos fielmente si el el luso decidió embarcarse en el proyecto galáctico del Florentino Pérez por razones deportivas o por razones económicas, lo que si sabemos es que el jugador lisboeta cambió el club al que había jurado amor eterno y a la afición que lo había convertido en su ídolo, por el club rival.

El fichaje de Figo hizo por primera vez entender al aficionado que los jugadores eran trabajadores y que como tal en ocasiones anteponían sus intereses a los de su empresa, hoy esta polémica sigue todavía en pie y los aficionados siguen sintiéndose traicionados por jugadores que deciden cambiar su club por lo que ellos consideran mejor para sus intereses. El último caso que ha agitado esta polémica ha sido el fichaje de Marcos Llorente por el Atlético de Madrid.

Marcos Llorente en su presentación con el Atlético de Madrid.

La llegada del canterano blanco al club rival de la capital madrileña ha suscitado una gran polémica, por ser una petición expresa del jugador, la afición madridista no puede entender que un jugador de su equipo decida marcharse a uno de los mayores rivales de su equipo, pero si nos ponemos en su lugar es fácil entender la decisión de Marcos, un jugador de 24 años relegado totalmente al ostracismo en su club, recibe la oportunidad de ser titular en uno de los mejores clubes de Europa y sin tener que cambiar de ciudad, la decisión en mi opinión está bastante clara.

Es fácil desde la posición de aficionado criticar las decisiones de los jugadores, tacharlos de traidores cuando dejan su equipo e insultarlos sin conocer los motivos que los llevan a cambiar de club. Obviamente hay casos y casos, pero hay que entender que los futbolistas no son mercancía, son trabajadores y ante todo personas, por lo que es lógico que piensen más en sus necesidades que en satisfacer al aficionado de turno que posee un sentimiento de pertenencia sobre lo que rodea a su club y se atreve a emitir juicios de valor.

El fútbol está cambiando y los jugadores cada vez sienten menos arraigo por los clubes, es normal porque el mercado los ha convertido en mera mercancía, pero este hecho no nos da derecho a los aficionados a juzgar sus decisiones porque son ellos los que conocen la situación que viven y los motivos que los llevan a tomar determinadas decisiones. Cuando entendamos que los futbolistas son personas y no máquinas diseñadas para jugar y amar a un club, entenderemos que no existen traidores ni traicionados, si no trabajadores buscando lo mejor para su futuro.