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Recuerdo que hace muchos, muchísimos años, yo llegué un día a mi casa, exageradamente contento luego de mi tercer partido de Fútbol con la Selección de mi Colegio; partidos previos en los cuales yo jamás había anotado ni un solo gol; de hecho, como yo al principio no era buen Futbolista, casi siempre me tocaba "calentar banca".

Luego de los respectivos saludos y bendiciones de mis padres, yo les dije con mucha sobriedad y muy emocionado (palabras más, palabras menos): "aunque hoy tampoco jugué un buen partido, de hecho me sacaron y me dejaron en la banca en la segunda mitad del juego, pero hoy por fin hice mi primer ¡GOOOOOOOL!

De inmediato, mis padres me felicitaron con mucha alegría y regocijo; luego, mi madre me dió un poco de helado y galletas que había en la nevera.

Pero, en pocos segundos pareciera como si un rayo surcó por la mente de mi padre, para generar una inquietud y duda, por lo cual me dijo mostrando cara de confusión y molestia: "¡Que injusticia, el premio por anotar un Gol fue que te sentaron a comer banca! ¡Ese entrenador está loco!"

De seguidas, me miró fijamente y me dijo: "Bueno hijo, te explicó ese loco ¿por qué te sacó del juego? Por cierto, ¿cómo quedó el partido?"

Y yo con mi gigantesca inocencia, casi cercana a la de un "tontolino", con la boca llena de helado y galletas, respondí mientras encogía mis hombros: "No sé, creo que el entrenador me tiene mucha rabia, estaba muy molesto conmigo, pero no me dijo nada. Debe ser porque perdimos 1 a 0"...

SIN PALABRAS...