Foto: Gonzalo Arroyo Moreno, Getty Images.

Rodrygo encara, se deshace de su marcador con una finta sencilla y la envía al fondo de las redes. Es el primer balón que toca. Es su estreno con la camiseta del Real Madrid en una competición oficial. Es el sueño de cualquier futbolista. No hubo espacio para nervios. Perdón, no hubo tiempo para nervios. Cuando todo sale bien al primer intento, la presión desaparece. Un acto de magia: el prestidigitador nos hace creer que sí ha hecho desaparecer al elefante. En todo ese truco, el más preocupado debería ser el elefante, porque si no lo hacen regresar, ¿quedará él en ese limbo de lo desaparecido? Ahora mismo siento que Vinicius Junior es el paquidermo.

Vinicius fue sustituido por Rodrygo. Inauguró el marcador con un disparo fortuito, y hasta la entrada de su compatriota, parecía haberse sacado toda la presión de encima. Qué triste eso de marcharse ovacionado como un héroe y medio minuto después tu recambio marque con una facilidad pasmosa. Vinicius falla en las decisiones porque le falta madurez, y no hay nada de malo en ello. Rodrygo llega y en una pincelada, como el mago de hace unos minutos, nos hace creer que él es la solución a la falta de madurez de su compañero. Puro artificio. Pero a veces un único truco es suficiente para convencer a la grada, al entrenador, incluso a uno mismo, de que merece más protagonismo. Ahora le toca a Zidane decidir cuándo darle otra oportunidad… no sé, quizás frente al Atlético de Madrid.