Muchas veces se suele hablar del deporte más popular del mundo como 22 jugadores corriendo detrás de una pelota. Muy lejos está realmente esa afirmación de ser verdadera, más aún si se pone en la balanza todo lo que puede generar un partido de futbol. Me animo a exponer sin miedo al ridículo, que no hay placer más grande que encontrar, entre las decenas de partidos que semana a semana se disputan, uno que entretenga de punta a punta durante sus exquisitos 90 minutos.

El espectáculo entregado sobre el verde césped fue, en este caso, protagonizado en su mayoría por el dueño de casa, River Plate. Siendo el cuarto partido del semestre y saliendo de una pretemporada intensa, pareciera haber dejado atrás la incertidumbre de los dos primeros encuentros disputados y haber puesto el punto sobre las ies en cuanto a funcionamiento se refiere.

River estaba arrastrando algunos inconvenientes que lo venían persiguiendo desde la primera parte del año. En ataque, generaba muchas ocasiones de gol pero convertía poco, lo cual se veía reflejado en una baja eficacia en el arco rival. En defensa, le ocasionaban pocas situaciones de gol, pero le concretaban un porcentaje muy alto.

Esto traía dos reflexiones posibles: no se encontraba tan desviado del camino correcto, ya que con ciertos ajustes podían solucionarse los desperfectos, así como también el hecho de que siguiendo de esa manera o empeorarando un poco más podría significar un arranque pedregoso difícil de rectificar ya que significaría la eliminación del principal objetivo, la Copa Libertadores.

La inclusión de Bruno Zuculini como segundo pívot en el medio del campo como rueda de auxilio mixta para Enzo Pérez, resultó la modificación idónea al menos para afrontar estás vicisitudes que se le presentaban a Marcelo Gallardo.

Esta alternativa junto al aporte de Jorge Carrascal (salieron del equipo Julián Álvarez y Agustín Palavecino) parecen haber sido el golpe de timón justo para enderezar el barco y dos partidos más tarde, estar hablando de un vendaval pero de fútbol.

Frente a Unión de Santa Fe, se conjugaron todos los aspectos para que sea un partido perfecto. Cuatro goles a favor y ninguno en contra. Grandes jugadas finalizadas en gol y un disparo de 25 metros de Matías Suárez que entró en el ángulo izquierdo del arquero imposibilitando que cualquier esfuerzo de su parte evite un inolvidable golazo.

Un aspecto que resalta más aún la tarea del millonario es el buen planteo y desarrollo propuesto por Unión, que quedó trunco por el superlativo nivel de River pero no por demérito propio de sus jugadores.

En caso de que este alto nivel del equipo de Núñez se confirme con el correr de los partidos (se vienen paradas muy duras como Boca Juniors y Atlético Mineiro en el próximo mes), podemos estar hablando de un candidato a ser protagonista en todos los torneos que dispute este semestre.