El 24 de junio de 1984, Boca fue local ante River en el Antonio V. Liberti, en un hecho histórico y peculiar.

La historia del superclásico del fútbol argentino, desde el primero que se jugó en el profesionalismo, allá por 1931, nos ha dejado partidos emocionantes, goles maravillosos y muchos grandes momentos, así como también, situaciones muy peculiares que marcaron un antes y un después en el duelo que enfrenta a los dos más grandes del país. Sin lugar a duda, uno de los encuentros más curiosos entre River y Boca fue el que se dio en 1984, cuando el Xeneize fue local en Núñez, en un hecho que quedó marcado a fuego en los memoriosos corazones de todos los futboleros.

Por popularidad, por estructura, por títulos, por los grandes jugadores que vistieron sus gloriosas camisetas, River y Boca son, por lejos, los dos equipos más importantes del fútbol argentino y dos de los máximos exponentes del fútbol sudamericano. No es casual que el duelo entre Millonarios y Xeneizes haya sido catalogado como uno de los 50 espectáculos que hay que ver antes de morir, además de que, por supuesto, es el partido que paraliza a toda Argentina. Estos dos gigantes se vieron las caras 373 veces, con apasionantes encuentros y finales incluidas, sobre todo en el último tiempo, pero el superclásico del 24 de junio de 1984 resalta ante el resto, y no precisamente por lo futbolístico.

A pesar de la inmensidad de estas dos instituciones, no siempre fue todo color de rosa en sus vidas, en especial por aquellos años, donde ambos atravesaban momentos dificultosos. El conjunto de Núñez, que por ese entonces era dirigido por Luis Cubilla, se había consagrado campeón por última vez en el Nacional 1981, y venia de vivir dos situaciones de mucho sufrimiento: zafó de descender por tan solo dos puntos en el Metropolitano 1983 y perdió la chance de obtener el título del Nacional 1984 al caer en la final ante el Ferro de Griguol. Aún más angustiante era la actualidad de Boca, que al igual que su archirrival, no estaba bien en lo futbolístico, pero a esto se le sumaban graves problemas institucionales y económicos, que transformaban ese presente en el más duro de su rica historia.

Atrás había quedado el gran equipo que obtuvo el Metropolitano 1981 con Diego Maradona y Miguel Brindisi a la cabeza, muy lejos estaba ya el bicampeonato de América y la Copa Intercontinental de finales de los 70’ con el gran Toto Lorenzo en el banco, la realidad del conjunto de La Ribera algunos años después de esos logros era muy distinta y el club estaba sumergido, por entonces, en una profunda crisis. Flojas campañas, deudas millonarias a los futbolistas, y La Bombonera suspendida eran algunas de las dificultades más importantes con las que la institución boquense debía convivir en aquellos años. La situación era cada vez más angustiante, y en ese 1984, el club tocó fondo.

El arranque del año fue un augurio de lo que vendría luego. El equipo dirigido por el Zurdo López quedó eliminado en primera ronda del Nacional en un grupo que compartía con Talleres de Córdoba, Newell’s y Ferro de La Pampa. Después, en el inicio del Metropolitano la situación no se modificaba demasiado, fue por esto que, tras ocho fechas sin triunfos, López dejó su cargo y Dino Sani asumió la dirección técnica de un elenco que era liderado dentro del campo por Roberto Mouzo, pero que carecía de los nombres rutilantes que un grande acostumbra a tener. Aparte de los malos resultados, como se mencionó anteriormente, gran parte de La Bombonera estaba clausurada por repetidos hechos de violencia, sumados a importantes problemas de edificación, lo que, por supuesto, generaba una gran pérdida de dinero, algo que no sobraba en La Boca.

En el año 1984, Boca atravesaba una profunda crisis institucional, y tenía ´La Bombonera´ clausurada.

Lo cierto es que los inconvenientes edilicios del Alberto J. Armando eran reales, a tal punto que la dirigencia de Domingo Corigliano contrató a una empresa constructora para que, en primer lugar, sostenga la estructura del estadio, y luego lo reparara. Efectivamente, se colocaron unos soportes plásticos detrás de la cancha, pero cuando llegó el momento de abonar los honorarios de la constructora, Boca no tenía dinero y la empresa amenazó con quitar los soportes, por lo que, en el imaginario popular quedó instalado que el estadio podía caerse. Así las cosas, se acercaba la decimotercera fecha del campeonato, en la cual el conjunto de La Ribera debía recibir a River, pero el estadio solo tenía habilitado el viejo sector de palcos, el anillo inferior y una platea, lo cual no era un escenario apropiado para albergar un superclásico. Apremiado por la situación, Corigliano le pidió prestado El Monumental a Hugo Santilli, presidente de River, y lo que parecía utópico finalmente ocurrió, porque don Hugo aceptó la propuesta para sorpresa de propios y extraños.

Es que, aunque Boca convivió con esta suspensión durante todo el torneo y ya había sido local en el Antonio Vespucio Liberti ante San Lorenzo, esta decisión no dejaba de generar malestar en el hincha, porque, claro, no era lo mismo jugar de local en el estadio de tu clásico rival enfrentando a cualquier otro equipo, que hacerlo ante tu propio enemigo, a esto el pueblo Xeneize lo consideraba una especie de humillación. A pesar del enojo de la gente, ya estaba todo listo para que el domingo 24 de junio, Boca sea local en el barrio de Núñez.

El arreglo entre ambas dirigencias contemplaba que, ante la queja de parte de la Barrabrava de River, se respetaran las tribunas que ocupaban las dos hinchadas en los partidos que normalmente tenían al La Banda como local, es decir, el público Millonario se ubicaría en la vieja Almirante Brown (hoy Sivori) y la parcialidad de Boca en la tribuna Centenario que da a la Avenida Libertador, pero con el detalle de que el socio de River debía pagar la entrada y el del Xeneize, no. Por otra parte, se acordó también que el equipo dirigido por Cubilla conserve la utilización del vestuario local, en definitiva, lo único que brindaba la sensación de localía para los de Zani era la voz del estadio de La Bombonera, que sonó fuerte en campo ajeno. Sucede que el marco tampoco era el ideal, el repudio general de la del pueblo Boquense hizo que no se completaran las tribunas, y para colmo la lluvia era protagonista en la tarde del Antonio Liberti.

Una vez que Teodoro Nitti dio el pitazo inicial, todos los condimentos que rodeaban al partido quedaron atrás y en el verde césped eran River y Boca frente a frente en lo que no dejaba ser un superclásico, por más devaluado que esté. En cuanto a las acciones hay que decir que fue un partido bastante entretenido, con llegadas de ambos lados, y que Boca fue quien golpeó primero, a los 39 minutos del primer tiempo con el gol del volante uruguayo Ariel Krasouski. Ya en el complemento, el River liderado por el Beto Alonso y un joven Enzo Francescoli, salió decidido a buscar un empate que conseguiría a los 16 minutos gracias a un gol en contra del defensor Ivar Gerardo Stafuza, quien desvió un remate de Carlos El Chino Tapia (luego pasó a Boca) y venció al arquero peruano Julio Cesar Balerio para colocar el empate definitivo.

En un entretenido partido, Ariel Krasouski adelantó a Boca e Ivar Stafuza en contra puso el 1-1 definitivo.

El superclásico del morbo llegaba a su fin, pero no así las dificultades para Boca, que finalizó ese torneo habiendo jugado solo cinco veces en su cancha y siendo local seis veces en Vélez, cuatro en River, dos en El Bosque platense, una en Huracán y hasta una vez en la cancha de Sarmiento de Junín. Como si faltasen los problemas, más adelante llegó la imposibilidad de entrenar en el predio de La Candela por una huelga de empleados, la suspensión de toda actividad en el club por peligro de derrumbe y el paro de futbolistas por deudas que rondaban los 7 millones de pesos. Además, ese superclásico no fue el único hecho tragicómico que atravesó Boca en ese torneo, ya que en la fecha 15, cuando retornaba a La Bombonera, presentó ante Atlanta un combinado juvenil (los profesionales estaban de paro), que jugó con los números de las camisetas pintados con fibrón, ante la falta de un conjunto alternativo, en una imagen que reflejaba ese fatídico año del club. Años después las cosas cambiaron y la institución hoy disfruta de un gran presente, al igual que River, pero queda claro que a los grandes también les toca la mala y hace ya 36 años se dio una prueba de esto en aquel superclásico, el más curioso de la historia.

Semanas después, Boca jugó ante Atlanta con los números de las camisetas pintados con fibrones.

FICHA DEL PARTIDO:

24/06/1984

TORNEO METROPOLITANO 1984 – FECHA 13

Formaciones:

Boca Juniors: Julio César Balerio; Pablo Matabós; Roberto Mouzo; Hugo Alves; Pablo Segovia; Mario Alberto; Ariel Krasouski; Jorge Vázquez; Ramón Viera; Ricardo Gareca; Carlos Mendoza.

Suplentes: Sergio Genaro; Ivar Stafuza; Omar Porté; Carlos Randazzo; Sergio Otero.

DT: Dino Sani.

River Plate: Nery Pumpido; Eduardo Saporiti; Alfredo De Los Santos; Carlos Karabin; Jorge García; Carlos Tapia; Héctor Enrique; Julio Olarticoechea; Norberto Alonso; Enzo Francescoli; Daniel Teglia.

Suplentes: Carlos Gay; Oscar Craiyacich; Carlos Russo; Néstor Gorosito; Enrique Villalba.

DT: Luis Cubilla.

Goles:

39 PT Ariel Krasouski (BJ).

16 ST Ivar Stafuza – en contra – (RP).

Árbitro: Teodoro Nitti.

Estadio: Monumental Antonio Vespucio Liberti.