El 30 de septiembre de 1972, Roberto Clemente conecta un doble entre el jardín central e izquierdo contra el lanzador de los Mets de Nueva York, John Matlack. Un rugido surgió de la muchedumbre de Pittsburgh, y el mensaje fue dirigido sobre el marcador de la pizarra que la estrella puertorriqueña acababa de escribir el hits 3,000 de su ilustre carrera.

Nadie podría saber que este sería su último hits en el juego y de la temporada regular. En diciembre de aquel año, Clemente se montó en un avión para ir a Nicaragua. Él nunca había ido antes. El avión estaba sobrecargado con ocho toneladas de alimentos y equipajes de ayuda humanitaria con diferentes provisiones para las víctimas del terremoto de Managua, el avión chocó contra las aguas de San Juan, Puerto Rico y perdió a su ciudadano más famoso, y también el béisbol perdió a uno de sus verdaderos grandes jugadores.

Durante sus 18 años con el uniforme de los Piratas, Clemente condujo a la Liga Nacional en bateo cuatro veces, dos veces con un promedio de bateo de 350. Sobre una carrera de por vida en bateó 317. En 1966, fue votado como el Jugador más valioso; y siempre estaba alto en la votación.

Roberto era un jardinero derecho tan extraordinario que ganó un Guante De oro durante 12 años consecutivos, una hazaña emparejada sólo por Willie Mays. Clemente alcanzó el ápice de su carrera con su desempeño en la Serie Mundial de 1971, contra las Orioles de Baltimore.

Roberto bateó un promedio de 414 en esa serie conectando dos jonrones, e hizo espectaculares atajadas, con su poderoso brazo, hizo los tiros perfectos que los corredores eran sacados en las bases uno a uno.

Unos meses después de la muerte de Roberto Clemente, fue investido en el Salón de la Fama del mejor Béisbol del Mundo.

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