En un país futbolero como el argentino es muy difícil tener una postura distinta y ser aceptado. Ese me pasó en la final histórica entre River y Boca. De todos modos hace tiempo se viene utilizando como un chiste, lo “desgraciado” que es uno si un cumpleaños o un evento importante coinciden con un partido importante. Chistes como: un hombre buscando un voluntario para casarse porque justo ese día juegan River y Boca.
Aclaro que amo el fútbol, el juego, lo hermoso que es cuando uno disfruta de un buen partido y de futbolistas que saben tratar la pelota. También soy muy hincha de River y me he peleado con muchos hinchas al defender la grandeza del equipo; pero entiendo que no deja de ser un deporte y no es lo más importante.
Mis compañeros me negaron la posibilidad de que uno pueda perderse semejante partido inédito. Hasta lo han manifestado con cierta vehemencia, como si fuese inaceptable que otros tengan otras prioridades.
El caso de esta final se dilató mucho. El primer partido se postergó por el mal tiempo y el estado del campo de juego. Justo ese día tenía un compromiso familiar y yo había elegido priorizar eso, la familia. Está bien que el destino falló a mi favor y pude ver la primera final. Pero tenía mi convicción y confiaba en mi sentido común.
Uno puede ser parte de la fiesta que ofrece el fútbol y las alegrías que te da el club del cual sos simpatizante; uno puede sonreír al escuchar a su ídolo o al entrenador diciendo que todo lo hacen para darle alegría a la gente y es verdad. Pero el fútbol no deja de ser un deporte, un entretenimiento muy útil para el que lo juega de manera amateur o el que lo ve.
Yo mismo me casé el mismo día que se disputó un superclásico. El mismo momento en que entraba al salón con la mujer que amo, el Pity Martínez clavaba un golazo de volea. Y en el mismo momento que bailaba el vals, Driussi le convertía a Boca de contra para la victoria 3 a 1 en la cancha xeneize.
El fútbol puede ser algo muy importante en tu vida, pero no lo suficientemente importante para perder el resto de tu vida, que es más valiosa. Perder el trabajo, un amigo, un ser querido o un momento importante en la vida de alguien que te importa por un partido de fútbol, no vale. No se justifica.
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