La rabona, además de ser una forma antigua de llamar la acción de faltar a la escuela para ir a otro lado, es un recurso que particular. El que lo ejecuta puede ganar elogios o repudios según el resultado de la jugada.
Si cumple el objetivo, cosecha aplausos que bajan de la tribuna y de los relatores que transmiten el partido. Y si no lo consigue, será objeto de críticas despiadadas y hasta de memes. Es un riesgo para el deportista que lo intenta.
También se interpreta como una falencia del jugador que no se siente seguro para usar la pierna menos hábil. En esos casos se suele decir “es muy zurdo o muy diestro”.
Este lujo está en boga por el defensor xeneize Julio Buffarini, quien en las últimas semanas la dio mucha utilidad. Un abuso de este recurso para quien escribe y una sobrevaloración de parte de ciertos medios de comunicación que lo mencionan como si fuera el inventor de la jugada.
En la historia existieron diferentes jugadores que hicieron de la rabona una marca registrada en su carrera. Claudio “el Bichi” Borgui es el máximo exponente que tengo presente y cada jugador que aparecía con la misma virtud se lo relacionaba en el ex jugador de Argentinos Jrs.
En los ’90, el ex futbolista de Ferro Carril Oeste, Diego Bustos, fue otro que se hizo famoso por ser un especialista a la hora de ejecutar ese lujo.
Es una jugada rápida, donde la pelota le queda para que el jugador le pegue con la pierna inhábil y este decide cruzar por atrás el otro pie para tirar el centro o disparar al arco.
Están esas rabona que merecieron ser gol pero el destino no quiso que queden en la historia. Luis Islas quedó como el arquero que le tapó un gol de rabona a Diego Maradona en la vuelta al fútbol argentino del astro. Un partido que Independiente de Islas le ganó al Newells de Diego.
Si bien el 10 no pudo convertir de rabona, sus centros terminaron en goles. Uno en aquel mundial sub 20 de Japón 1979 y el otro jugando para Nápoli.
Como espectador, me tocó ver a Eduardo Germán Coudet hacer una rabona aérea en la victoria millonaria 1 a 0 ante Deportes Tolima. El Chacho también se dio el gusto de hacer un gol de rabona.
Ángel Di María es quizás el jugador contemporáneo que más uso efectivo le dio. Convirtió jugando para el Benfica de Portugal y le dio un centro a CR7 para que este defina de cabeza y lo vaya a abrazar por semejante resolución de la jugada sobre el límite del campo de juego.
Juan Pablo Sorín hizo lo propio en un partido por Copa Libertadores en 1998 ante Flamengo de Brasil. Centro de rabona y gol de cabeza de Juan Antonio Pizzi. Lo mismo ocurrió en un partido entre Independiente y River. El Pocho Insúa le mandó un centro a Montenegro para que convierta impactando la pelota con el parietal izquierdo.
También hubo jugadores que nos dejaron golazos inolvidables. Erik Lamela anotó desde la medialuna del área jugando para el Totenham. En las inferiores de River ya había anotado de rabona en un mano a mano.
El lateral español Capdevila y el delantero argentino Jonathan Calleri marcaron un golazo desde fuera del área y por sobre el cuerpo del arquero. El primero lo hizo para el Xerez contra el Elche y el segundo lo hizo ante Quilmes jugando para Boca.
Neymar, brasilero que deslumbró en Santos con su fútbol lleno de recursos técnicos, hizo de la rabona una gambeta. En ese caso, es necesario contar unas condiciones específicas en el control de la pelota y rapidez de piernas.
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