Hay equipos que nos marcan tanto que repetimos la formación de memoria. Fueron tan gloriosos, que decimos la alineación de corrido.

Bonano, Hernán Díaz, Ayala, Berizzo, Sorín, Monserrat, Astrada, Berti, Gallardo, Francéscoli y Salas. “El equipo metía muchos goles porque los arqueros no podían atajar y aplaudir al mismo tiempo” decía un diario deportivo. Un equipo que llenó los ojos de fútbol, que ganaba, gustaba y goleaba. Esos equipos que el hincha disfruta porque sabe de antemano que casi seguro gana.

Los dirigidos por Ramón Ángel Díaz cosecharon 5 títulos en 18 meses. Una Copa Libertadores en 1996, una Supercopa en 1997 y un Tricampeonato (Apertura 96, Clausura 97 y Apertura 97).

El equipo campeón de América también lo integraban jugadores como Ariel Arnaldo Ortega y Hernán Jorge Crespo. Este último hizo un golazo de chilena frente a Sporting Cristal y convirtió dos goles en la final contra América de Cali antes de llevar sus goles al Parma de Italia.

Ortega brilló en el Apertura 96 con un golazo apilando jugadores ferro y picándola por sobre el cuerpo del arquero. Esa clase de goles los haría durante toda su carrera.

En ese mismo campeonato, River nos regaló un gol a puro toque ante Gimnasia y Esgrima de Jujuy con el clásico “ole” de la hinchada de fondo a la jugada.

Por aquellos años, era una costumbre que millonarios y académicos nos brinden un espectáculo deportivo lleno de goles y emociones. No fue la excepción, ya que en aquel certamen terminaron 4-3, con expulsados, un Burrito Ortega rebelde que no quiso salir y que terminó desparramando a la defensa de Racing para marcar un golazo.

Un torneo donde el Príncipe Enzo Francéscoli superó los 100 goles en la goleada a Rosario Central en el Gigante de Arroyito.

La consagración llegó ante el otro equipo sensación de los 90: Vélez Sarsfield. Un contundente 3 a 0 que significó la aparición definitiva de Marcelo Salas, el goleador chileno que también triunfó en Europa.

El bicampeonato llegó de nuevo ante Vélez y con la presencia del polémico José Luis Chilavert en el arco del Fortín. En ese partido, el uruguayo dio cátedra marcando dos goles, el segundo amagando a la defensa del equipo de Liniers y clavándola en el segundo palo. La volada del arquero paraguayo hizo más espectacular el gol.

Ese equipo también tenía la virtud de tener dos jugadores por puesto. Eso hacía que el rendimiento se mantuviera. Un Tito Bonano que le ganó el puesto al arquero de la selección Germán Burgos, los pibes campeones del mundo en Quatar, Gustavo Lombardi y Sebastián Pena que no desentonaban en los relevos.

Más tarde llegaría Diego Placente desde Argentinos Juniors y en también Campeón del mundo en el Mundial de Malasia. En el mediocampo, Lionel Gancedo era un jugador ambidiestro con buen manejo de pelota que jugaba de centro campista o por izquierda. Aunque el reemplazante natural de Sergio Berti era Santiago Solari. Un rubio elegante que heredó al apodo de Principito y que clavó un golazo de volea ante Racing en la Supercopa.

En semifinales de la copa, apareció el Matador Salas anotando dos goles. El segundo un inolvidable disparo de mitad de cancha.

River sacó un empate valioso ante San Pablo en Brasil, pero con la baja de la Bruja Berti por expulsión tras un planchazo que le dio a su rival en una pelota dividida.

En el Monumental volvió a escena el chileno goleador con dos tantos. El segundo de una factura inolvidable, durmiendo la pelota con el pie derecho, enganchando con la misma pierna y definiendo de zurda por debajo del arquero Rogerio Ceni.

A los 4 días, el millonario coronaría su etapa gloriosa con el tricampeonato ante el bicho de La Paternal ¿con gol de quién? Sí, del afilado José Marcelo Salas.