Las avenidas Corrientes y Pueyrredón en Balvanera, a diferencia de lo usual, estaban desiertas. Ese punto es una zona muy concurrida, ya que se concentra una actividad comercial muy importante. Locales que se dedican a la venta de ropa, calzados, repuestos de celulares, servicio técnico, etc.

Ramón tiene un local donde vende mochilas, cintos, corbatas y valijas. Bolsos colgados del lado de adentro, en el caño un toldo verde. En cada costado de la puerta, en la vereda, están los exhibidores de cintos y corbatas.

Eduardo, el empleado de Ramón, consiguió una tele de 20 pulgadas para ver el partido y estaba intentando arreglar la imagen de la pantalla moviendo las antenas.

La soledad en las calles y la tele en el negocio tenían un mismo motivo: el partido entre Inglaterra y Argentina por los octavos de final de la copa del mundo Francia 98. David Beckham, Alan Shearer, David Seaman, Michael Owen y Paul Scholes por el lado de los europeos. Para los sudamericanos estaban Gabriel Batistuta, Ariel Ortega, Diego Simeone, Javier Zanetti y Juan Sebastián Verón, entre otros.

Al comienzo del partido, el Cholo Simeone cae en el área y a los nueve minutos Batistuta pone en ventaja al albiceleste de penal. Cuatro minutos después, Shearer empató por la misma vía.

En uno de los mejores goles en la historia de las copa del mundo, un adolescente Owen gambeteó a media defensa argentina y la clavó en el ángulo.

Sobre el final del primer tiempo, Ortega cayó al borde del área. La Bruja Verón en vez de patear al arco, filtró la pelota entre la barrera. El Pupi Zanetti corre en diagonal para recibir el balón y anotar el empate con un remate cruzado.

El hecho más destacado del resto del partido es el conflicto de la mitad de la cancha entre Simeone y Bekham que derivó en la expulsión del inglés.

Sin lograr sacarse diferencias, los dos combinados iban a definir la llave con disparos desde el punto del penal.

Sergio Berti se dirigía hacia el área con la pelota bajo el brazo, y de repente, se escucha una voz de mujer que venía desde la calle.

-Señor, ¿cuánto sale este cinturón?

-Ahora no señora, venga en otro momento-dijo Ramón sin siquiera darse vuelta.

-Soy una clienta y exijo que me atienda.

-En otro momento, señora. Venga más tarde.

La señora se fue ofendida con el ceño fruncido mientras que Ramón y su empleado no dejaban de ver la definición de un partido que significaba más que eso.