Así como los jugadores vistosos tienen sus admiradores en los simpatizantes llamados “de paladar negro”, los jugadores “rústicos” tienen los suyos. Esos atletas que dedican su despliegue físico y sacrificio al servicio del equipo.

Nunca mejor dicho que hacen el “trabajo sucio” ya que, por lo general, se arrastran por el verde césped para evitar que el equipo contrario ponga en peligro el arco propio. Terminan sucios, con la ropa llena de barro y sentados jadeando en el vestuario.

Esta clase de jugadores son los que vienen escuchando y soportando apodos como: burro, perros, picapiedras. Sin contar que suelen recibir cargadas de los delanteros, tales como, que le ofrezcan pasto para comer.

Este tipo de recursos también los usan para “sacar del partido” al adversario, haciendo que se enoje, reaccione con un golpe y que el árbitro recurra a la sanción disciplinaria.

Soportan toda clase de insultos y la bipolaridad de la tribuna. Si tienen un mal partido le repasan todo el árbol genealógico o terminan sonriendo con los brazos en jarra cuando escuchan un insulto creativo: “Correte, que están jugando”. Tocan el cielo con las manos cuando escuchan que la hinchada corea su nombre.

En el dorsal suelen usar los números 2; 5 y 6, ya que generalmente son defensores o volantes centrales, aunque este último también puede tener buen manejo del balón, como el exquisito Fernando Redondo. Son los que cubren los huecos que dejan los laterales cuando se mandan al ataque y el conjunto rival sale rápido de contra.

En Argentina, los jugadores que se dedican a romper todo intento de creación de fútbol tienen un lugar privilegiado y sobran ejemplos. Son respetados porque dejan todo. “Ponen huevo”, transpiran la camiseta. Uno de ellos fue Blas Armando Giunta, que la hinchada solía dedicarle un ¡Giunta Giunta Giunta, Huevo Huevo Huevo!

Otros casos se vuelven capitanes y técnicos dentro de la cancha. En el último tiempo podemos nombrar a Javier Mascherano. Un deportista que no medía su esfuerzo y hasta comprometía su físico con tal de impedir que el delantero dispare para convertir un gol. Lo hizo por primera vez en Barcelona para evitar la clasificación de Arsenal en la Champions Leage de 2011 por los cuartos de final y lo volvió a repetir en el mundial de Brasil 2014 en la semifinal contra Holanda.

El fútbol suele ser tan valorado que se lo ha llegado a comparar en la vida y esta clase de jugadores muestran todas las cualidades y miserias inherentes al ser humano. Compromiso, espíritu competitivo, esfuerzo y ser capaz de recurrir a prácticas de dudosa conducta moral para cumplir con el objetivo.