Además de buen fútbol, equipos que hicieron historia y jugadores que dejaron su marca, en los años 90 existió un relator con un estilo particular y desestructurado que lo diferenció del resto. Si bien hubo otros muy buenos a la hora de narrar lo que sucedía en el campo de juego, Marcelo Araujo hizo escuela. Tal es así, que los relatores de hoy en día utilizan los mismos recursos, por no decir que lo copian.

Desde “estás crazy, Macaya”, a ponerle apodos ocurrentes a los jugadores y exclamar sus impresiones en jugadas fallidas dejando de lado la formalidad.

Cuando un arquero hacía una atajada sobresaliente, enumeraba una serie de adjetivos calificativos de manera efusiva antes de mencionar al arquero.

Solía demandar a su comentarista, el serio Enrique Macaya Marquez (quien servía además de contrapunto de Araujo para generar más empatía con el espectador) cuando entendía que un jugador estaba haciendo un muy buen partido. “¡Mirá lo que hizo Enzo, Macaya! ¡Decí algo de Enzo, Macaya!”

A los generadores de juego les decía de la misma manera: “¡Riquelme conducción!, ¡Gallardo conducción! ¡Ortega conducción!”.

En el Mundial de Francia 98, cuando Argentina eliminó por penales a Inglaterra, Marcelo Araujo saludaba de manera socarrona a los jugadores británicos que enfocaba la cámara; “Adios, chicos. Buen Viaje”.

Emulaba un llanto cada vez que un futbolista erraba un gol o disparaba de manera desviada. “Lo que te devoraste…” decía de manera exagerada.

Una de mis favoritas era en las últimas fechas, cuando había dos o más equipos peleando el campeonato con pocos puntos de diferencia. Si en el encuentro había una jugada de pelota parada, mencionaba a jugadores de los otros equipos que no estaban jugando el mismo partido.

Ya con más años de experiencia, era muy común que acierten las decisiones de los entrenadores. Entonces, Araujo decía: “¿Y si agarramos un equipo, Macaya?”

Es por eso, que cuando veas un partido y el relator diga algo “original”, probablemente Araujo ya lo haya hecho.