Pol se refugiaba de los rayos del sol bajo la sombra de un árbol. Recordaba las hazañas de hace 4 años, cuando se elevó más altos que el resto en Nápoli, enmudeció a un país y alegró a otro. O cuando Dios le dio esa única oportunidad y él la supo aprovechar. Necesitaba hacer algo inolvidable de nuevo, su espíritu competitivo le pedía sentir la ovación del público otra vez.

“Pol, Pol…” escuchaba que lo llamaban. El pájaro miró para todos lados y no encontraba la voz. “Acá arriba, boludo”. Pol se alejó del árbol y miró hacia el cielo.

-Te necesito

-¿A mí?

-No, a mi hermano. Sí, a vos, boludo.

-¿Para qué?

-Es mi última oportunidad y los negros estos me la están complicando.

-¿Pero con Gaby y Abel no te alcanzan?

-Ellos corren, juegan… ¡pero vos volás!

El Pájaro entrecerró los ojos y le sonrió a Dios. Asintió con la cabeza varias veces.

-Bueno, contá conmigo.

-Confío en vos-Dijo Dios y se fue.

-Diego, Diego…

Pol entrecerró los ojos nuevamente, sonrió con sus dientes brillantes, tomó impulso y voló a ras del césped y una vez más hizo feliz a todo un país y a él también. Voló. Voló más rápido que nadie y le dio la victoria que tanto necesitaba Dios.