Difícilmente se podrán recordar tiempos más complicados para un presidente del FC Barcelona, son muchos los problemas por los que ha pasado el club en estos últimos años, elecciones, Messi, y muchos otros asuntos quedan por resolver entre las tareas para la actual y la próxima junta directiva.

Luego de validarse las firmas del voto de censura contra Bartomeu y su directiva, estos señores buscan de forma desesperada atrasar los procesos que llevarían al socio a las urnas para decidir si continúan al frente de la dirigencia o no; Barcagate, el astro argentino queriéndose ir, 3-0 en Roma, 4-0 en Anfield y 2-8 contra el Bayern solo son algunos de los argumentos utilizados como base para cuestionar el desempeño de un mandato con la sombra de Sandro Rosell, y todo esto sin contar la deficiente política de fichajes.

Heredaron a Guardiola y el mejor equipo del mundo, unos ingresos envidiables, y ellos trajeron patrocinadores, comenzaron a fichar a base de talonario, contrataron jugadores sin lógica aparente como brasileños desconocidos (Douglas Pereira, Vitinho, entre otros), Jorge Mendes y sus negocios, Riqui Puig y la cantera, un sin fin de acciones poco coherentes que hoy hacen que Bartomeu esté a la espera de un milagro para mantenerse en un puesto que para la mayoría desde hace mucho no debería ocupar.