Cuenta una hermosa historia sobre la tradición de poner flores en la bandera de la esquina en el estadio del Atlético de Madrid Vicente Calderón.

El 28 de enero de 1996, la animadora regular del Atlético Margarita Luengo conversó con amigos en un bar cerca del estadio, como siempre antes de los partidos. De repente se dio cuenta de un enorme ramo de claveles en una ventana del local y gritó al gerente: "Amigo, dame cuatro flores, hoy vamos a anotar goles en el Atlético!" Alguien en la multitud aplaudió, y el administrador felizmente sacó algunos claveles del jarrón.

"Después de cada gol, tiró un clavel en el campo. Ganamos 4-1, así que lo tiré todo a la basura. Dos de los cuatro goles del Atlético fueron anotados después de las esquinas de Milino Pantic, así que tiré los claveles a la bandera", recuerda Margarita.

Preparándose para otra esquina, Pantic lanzó casualmente la flor interfiriendo en algún lugar a un lado. Luego Margarita garabateó un pequeño mensaje en un pedazo de papel ("No arrojes los claveles así, son para ti") y se lo entregó al jugador a través de un empleado del Atlético.

Después de haber recibido el pedazo de papel, Pantic se volvió tan emotivo que pidió conseguir el número de teléfono de esta animadora para él. Un par de días después, la llamó y se disculpó.Incluso le regaló una camiseta después del próximo partido que se jugo en casa.

"Pantich no solo es un jugador maravilloso que ejecutó penaltis y esquinas como ningún otro, sino también una persona maravillosa. He conocido a pocas personas con valores morales tan fuertes", dice Margarita.

Desde entonces, en cada partido en casa del Atlético, cerca de la bandera de la esquina, hay un ramo de 24 claveles: 12 rojos, 12 blancos, todos en colores de club. Esta tradición pronto tendrá 24 años, y Margarita no ha tenido que tirar flores sobre las cercas durante mucho tiempo. Ella es respetuosamente permitida en el campo.

Los claveles en la bandera de la esquina se convirtieron en un valor muy especial para el Vicente Calderón. Una vez, Roberto Carlos pateó nerviosamente el ramo, considerando que era algo extraño, y las gradas silbaron tan ferozmente que el brasileño tuvo que levantar la mano para disculparse.

Si incluso el enemigo respeta tu tradición, entonces no es en vano.