Tomando clase de Pilates


En un sueño medianamente profundo, apenas alcanzo a escuchar el DIP, del despertador. Antes, intenté con una canción dinámica, sonidos delta, y hasta música latina; nada funcionó, hasta que encontré este sonido especialmente chillante y molesto, pero efectivo para levantarme por la madrugada, en contra de toda mi voluntad.

Estoy a punto de lograrlo, la gerencia general, mi sueño dorado, lo que siempre quise, mi apuesta de universidad. Así que, me arrastro desde la cama hasta la ducha y a tientas templo el agua. El café ya está preparándose-esa cafetera con cronómetro vino a salvarme la vida-. Salgo del baño, y mientras apuro una taza de café con tres cucharaditas pequeñas de azúcar, rápidamente comienzo mi arreglo personal: cada detalle cuenta, desde los pies, hasta la cabeza, apuro la ropa interior y algo me molesta ¡demonios!, el tirante del bra, es demasiado apretado, seguramente aumente algún kilito … quizá fueron dos, porque noto como la falda se hincha peligrosamente cuando trato de cerrarla. En fin, con esfuerzo concluyo, me monto en los tacones y salgo apresurada, debo ser siempre la primera en llegar a la oficina.

Hoy la señorita de la cafetería, es fastidiosamente amable, así que la apresuro y de paso compro algunas donas, que serán mi único alimento hasta el medio día, por fin salgo de ahí, y el tráfico me azota, es tan desagradable semejante ruido, que furiosamente comienzo a gritarle al cafre de enfrente, pegado al claxon como energúmeno. Por fin, llego a mi trabajo, me paro en la entrada y tengo una sensación tal, de apatía, de abrumador cansancio que comienzo a preguntarme, si en verdad, estoy alcanzando mi sueño, o despertando a la realidad de una pesadilla que no termina nunca.

Por la noche voy al fin a casa, para variar, debo desviarme por el endemoniado tráfico, corto en avenida Vasconcelos, me detengo en el semáforo y a mi lado derecho veo un enorme espectacular, que dice: “Pilates te hace feliz”. El rostro de la modelo, sonriente, delgado y perfecto como la perla nacarada, me exaspera, ¡nadie luce así en la vida real!, así que molesta anoto la dirección y el teléfono del lugar, al fin y al cabo, este aeróbics no requiere tanto movimiento y me queda perfecto con el horario, total, no pierdo nada con intentar hacer algo de movimiento.

Ya es martes, y me acabo de dar cuenta de que, ¡no tengo ropa deportiva!, fastidiada, paso a comprar alguna cosa cómoda y voy al estudio, me recibe un instructor con cara de bobo ¡no sé por qué sonríe tanto en medio de este clima horroroso! En fin, comenzamos, el me dice inhala … exhala, relaja tu cuerpo, suelta tus hombros … el vaivén de su voz comienza a ser agradable, empiezo a sentirme menos agotada, y cierro un poco los ojos, entonces me doy cuenta que podría quedar dormida y decido abrirlos, me siento bien, ¡realmente me siento muy bien!, no entiendo mucho sobre lo que hago pero me gusta, no duele y tampoco es que esté sudando mucho, pero la sensación de quitarme “algo” de encima, me encanta.

Terminó la clase, estoy en un estado de paz que me hace pensar, en que probablemente, el Pilates, si me haga feliz.